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Los días más difíciles

Mucho oímos desde el inicio de todo esto, que nos encontrábamos atravesando el momento ”MAS DIFICIL” de la epidemia. Esas tapas de periódicos se repetían casi a diario a mediados del año pasado. En definitiva, nos equivocamos, a estas alturas eso es innegable, toda previsión, todo análisis, toda especulación o pronóstico fue erróneo, se hacían tales afirmaciones de manera prematura, bajo un margen de error gigantesco, y lo que estamos viviendo HOY, es la prueba más tangible de ello. Nuestros números son aterradores, casi un centenar de fallecidos en este negro domingo, cerca de 2.000 infectados diariamente, miles de internados en todo el país. Estadísticamente tenemos en la región las peores cifras, los peores números de toda Sudamérica, solamente por detrás de la tragedia brasilera. Lo que estamos viviendo HOY supera por lejos, el peor y mas caótico de los escenarios.

Las noches se repiten, decenas de familias paraguayas enlutan a cada puesta del sol, los noticieros solo nos cuentan lo que ya todos sabemos: El imparable número de personas infectadas, la cantidad de pacientes hospitalizados y por ende el aumento en el número de fallecidos, todo esto por supuesto cortesía del cada día más sorprendente virus que sigue impiadoso, soberbio, firme en su marcha, alcanzando a sus tan diversos objetivos , siempre tan democrático, tan metódico, sin discriminación alguna, sin distinción de clases sociales, hoy seas rico, pobre, cristiano, agnóstico, político, no importa la angustia es la misma, el dolor es el mismo.

Nuestros hospitales públicos y hasta los mas coquetos sanatorios privados hoy tienen tanto en común, lo lúgubre y sombrio de sus noches, hoy comparten los mismos números, la falta de personal médico, la escases de medicamentos de uso frecuente, y hasta la falta del tan vital oxígeno, en las afueras, Familiares, amigos, conocidos, todos unidos en cadena de oración por aquella persona que hoy está ahí luchando, esa es la constante, ni que decir del stress familiar que genera aquel familiar internado, la angustia, el degaste económico, físico y emocional de quienes la rodean.

Lo que más uno lamenta, es sin dudas en este punto es no poder hacer absolutamente más nada, si, así como leyeron, no poder hacer nada más! Solo esperar, orar y orar a Dios y desear que el infame virus disminuya la velocidad de su marcha y que al fin, para grata sorpresa nuestra, nos encontremos mañana con un número ya menor de infectados y fallecidos.

Dios nos bendiga

Guillermo Rodríguez
Guillermo Rodríguez
Médico Nutriólogo

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