Las amenazas a la salud de los niños y las niñas que viven en el Bañado Sur se instalan durante el período de vida intrauterina y se prolongan hasta el nacimiento y durante toda la infancia. Esta es una de las principales conclusiones de un artículo científico publicado en la Revista de Salud Pública del Paraguay por la doctora María Raquel Escobar junto a los investigadores Paloma Rodero e Iván Merino.
El estudio señala que en el Bañado Sur viven alrededor de 31.000 personas, el 14% son menores de 5 años, es decir unos 4.300 niños y niñas.
El principal hallazgo del trabajo fue que la población estudiada presentaba enfermedades prevalentes que son las dominantes o de mayor incidencia en las personas de una determinada zona, en este caso propias de la infancia, pero que se vuelven mucho más críticas debido a las condiciones precarias del ambiente donde viven.
La contaminación del agua y del aire, el hacinamiento, la humedad en las viviendas, la presencia de animales que pueden ser potenciales transmisores de enfermedades, entre otros factores, inciden de modo negativo en la salud de los niños de la zona del Bañado Sur.
El aporte de esas evidencias científicas puede ayudar en el marco de la pandemia del Covid-19 para el diseño e implementación de políticas públicas con el fin minimizar los contagios, pues habla de la necesidad de fortalecer los equipos de las Unidades de la Salud de la Familia para que sean capaces de colaborar activamente con la organización de la comunidad, la promoción de prácticas saludables y el manejo y derivación de los casos que se presenten.
EN EL BAÑADO SUR
En el estudio fueron incluidos 42 niños y niñas menores de 5 años, 26 eran niñas y 16 eran niños. Fueron aplicadas las herramientas de la estrategia de la Atención Integrada a las Enfermedades Prevalentes de la Infancia (AIEPI) y 4 eran menores de dos meses, 38 tenían entre 2 meses y menos de 5 años. De estos últimos, 18 eran lactantes (de 2 meses a menos de 2 años) y 20 eran preescolares (de entre 2 a 5 años).
El 71% de ellos había presentado algún antecedente durante su vida intrauterina o al nacer, o padecía alguna condición de riesgo o enfermedad prevalente de carácter grave en simultáneo con otra u otras condiciones de gravedad moderada.
“Considerando la integralidad del niño no podemos dejar de observar que este ambiente degradado y precario atenta no sólo en su salud inmediata, sino en el desarrollo de todo su potencial. Hemos encontrado indicadores alarmantes como el bajo nivel de estudios de las madres y familias, la violencia intrafamiliar, el hacinamiento en el 69% y la situación de pobreza en el 95% de los niños y niñas”, resaltaron los investigadores.
Cabe destacar no obstante la identificación de factores protectores entre los que resalta la estabilidad de la madre como cuidadora principal y su red social próxima en los primeros años de vida, así como la decisiva práctica de la lactancia materna en los primeros años de vida.
Los investigadores encontraron situaciones que pudieron prevenirse, tanto durante el embarazo como durante el nacimiento o después de nacidos, como por ejemplo enfermedad periodontal, infecciones urinarias, violencia, periodos intergenésicos cortos, anemia durante el embarazo o embarazos en adolescentes.
También hallaron altos porcentajes de cesárea, dificultad respiratoria al nacer, bajo peso y prematurez; muchos niños sin controles pediátricos al día, 12% no tenía vacunas al día y en 33% no se pudo constatar el estado de vacunación.
UN IMPACTO NEGATIVO
El territorio asienta sobre áreas rellenadas con residuos de diferentes procedencias, además recibe las descargas de los desagües domiciliarios e industriales del resto de la ciudad en sus arroyos colindantes los cuales se desbordan cíclicamente durante las tormentas (lo que hace que las aguas servidas inundan patios y hogares del barrio).
La calidad del aire se ve comprometida por la quema de basura (incluidos los plásticos) como práctica habitual del 62% de los hogares entrevistados y por los gases tóxicos como el metano, el monóxido de carbono, el dióxido de azufre, que habitualmente emite el vertedero de basura cercano, debido a la degradación de sus componentes orgánicos por la acción de bacterias.
A ello se suma que al interior de las viviendas la mayoría utiliza braseros (72%) y en un tercio (32%) se tiene el hábito de fumar.
Los niños pequeños son particularmente sensibles a ambientes contaminados por su inmadurez metabólica, su rápido crecimiento, la proporción del tóxico en relación a su peso corporal y los hábitos propios de los niños, que juegan y exploran su medio, que en este caso es un entorno donde pueden encontrarse metales tóxicos como el plomo o el mercurio, pesticidas y desechos industriales.
“En este escenario es comprensible haber encontrado que las enfermedades prevalentes de la infancia devengan en cuadros graves y a repetición. En efecto, hemos hallado una serie continuada de riesgos reales y potenciales que coexisten, se suman, se suceden e impactan en estos niños y niñas desde su vida intrauterina, al nacer y en sus primeros años de vida”, concluyeron los autores del estudio.