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Violencia en el fútbol, Asesinos a Sueldo

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Se ató los cordones ajustando los championes, se puso la camiseta y se vistió de fiesta. Denis Saúl Carmona, de 28 años, estaba listo para jugar el último partido de su vida. El pasado viernes 30 de agosto, a los 30 segundos de inicio de un encuentro de futsal entre Cerro y Olimpia en la Secretaría Nacional de Deportes, se formó una gresca entre barras bravas. Denis se enfrentaba al rival más difícil y al que pocos le hacen frente. La muerte.

Denis no había ni estudiado al rival ni hecho el reconocimiento de campo. Se había enfrentado a la muerte tantas veces que le había perdido el miedo. Él era consciente que al formar parte de una barra brava lidiar con violencia era el pan de cada día. Y el juego, lo consumió. Este campo fúnebre carga hoy con 20 muertes desde el año 2007. Se han planteado diversas soluciones: incorporar una ley, sancionar a los violentos y entre otras tantas propuestas que solo se quedan en silencio, ese silencio que retumba en los cajones de los difuntos. Finalmente nada se ha hecho con los que manchan con sangre y vergüenza la casaca de sus clubes.

La pregunta es ¿Por qué?

¿Por qué las autoridades no trabajan en erradicar fuertemente a las barras bravas? Le sorprenderá descubrir que los máximos financiadores de estas bandas son los clubes y grandes marcas multinacionales que hoy forman parte diaria de nuestra vida. Le planteo este escenario: ¿Seguiría consumiendo una hamburguesa que carga a cuestas a un difunto o a una telefonía que tiene el logo manchado con sangre? Si no se lo plantea usted, deberían de hacerlo ellos, los grandes financiadores e impulsores de la violencia deportiva en Paraguay.

“10 años de mi vida, perdidos”

Enfrentamientos, drogas, alcohol, robos y cárcel, son solo algunos de los sinónimos al pensar en barra brava, que, tras cada partido o incluso antes, aficionados pertenecientes a alguno de estos grupos se apoderan de las calles, con el rostro pintado o cubierto entonando cánticos muchas veces amenazantes de dominio territorial.

“Mi familia me dio a elegir la barra o mi casa, yo por ciego que estaba elegí la barra” se apena. J.Z. perdió a su familia por elegir esa vida. Empezó a los 18, un amigo le presentó a los líderes y a su perdición. Con su afán de permanecer, cometió hechos delictivos de los que hoy se arrepiente. “10 años perdidos de mi vida”, lamenta.

Estar adentro era una competencia de estatus, quién era “el más loco” en los enfrentamientos con otros clubes, recibía mayor respeto en la banda. “Es un mundo aparte” afirma J. Z, cuchillos, estoques, armas de fuego, eso corría por cuenta propia de cada uno. J. Z. vivían en una placita drogándose con sus amigos de la barra. Al poco tiempo ya se encontraba vendiendo droga en los estadios para financiar su propio consumo hasta que un día en el año 2015 fue preso al penal de Tacumbú durante un mes. “Después de entrar me di cuenta, este no es mi lugar” continuó “perdí a mi familia, yo daba todo por estar con ellos, con la barra brava”.

Hacer vaquita

Para el ingreso de las barras a la cancha, los dirigentes proveen las entradas a mitad de precio, en ocasiones hasta la policía colabora para el ingreso en grupos masivos de los barras bravas, “se hace vaquita y todo lo recolectado es para la policía”.

Hoy, J. Z. agradece a Dios por ayudarlo a alejarse de ese ambiente delictivo y de las drogas. Comparó su salida del mundo de los barras bravas como la extirpación de un cáncer que es muy difícil de superar.

“Quiero que llegue el domingo para matar a un ….”

El día en que van a matar por los tres puntos, los dirigentes de fútbol se levantan a las 5:30 de la mañana para llenar los sectores norte y sur del estadio. “Los que le dan color al fútbol” sueñan con subir las escaleras para ingresar a las gradas y poner en marcha el emprendimiento por el que son remunerados; “ser barra es un negocio”.

Ingresan los equipos al campo de juego. Levanto el teléfono y, del otro lado Emilio Fuster, en otro tiempo fiscal de eventos deportivos, desnuda la forma en que las hinchadas criminales subsisten y se enriquecen.

“Vos vas al Club Olimpia, Cerro Porteño y Guaraní y encontrarás depósitos donde los barras bravas tienen todos los equipamientos, y ahí es donde se organizan”, es solo una de las tantas denuncias opacadas por las bombas, platillos, cánticos, relatos emocionantes y cámaras enfocadas en las graderías. Pero los componentes que deberían darle vida el fútbol, el pasado viernes fueron símbolo de muerte.

Pitazo inicial, rueda el esférico. En Paraguay el clásico se juega por la vida, once contra once o cinco contra cinco. Detrás de eso, el vínculo mortal entre los delincuentes y los clubes es innegable. “Ser Barra Brava es un negocio, por eso están metidos dirigentes y empresas, que hoy incluso están ligadas a la APF”, asevera el fiscal. Es un mecanismo que respalda la violencia y reditúa en el bolsillo de sus principales cabezas.

“Yo te quiero dar algo de corazón”, grita siempre la barra que, contrario a dar, quiere recibir financiación. “Por ejemplo, consiguen 1.000 entradas de favor por parte de los dirigentes, venden 700 y 300 son para sus miembros”, describe.

El actual coordinador de la lucha contra el contrabando, dice que la publicidad en las banderas tienen un costo de entre 10 y 15 millones por mes: casas de hamburguesas, bebidas alcohólicas y gaseosas. Buscan hacer publicidad a cualquier costo. No son solo los dirigentes y las empresas “el financiamiento para los traslados del barrio al estadio son dados por actores políticos”. “Quiero que llegue el domingo para matar a un ….”, se escucha de norte a sur.

“En conversaciones con los actores en acciones fiscales, ellos te cuentan cómo funciona el esquema barra brava, dirigente de fútbol y político”, continúa. “La predisposición de los dirigentes para reunirse existe, pero en la práctica nunca se llega a nada”, y el negocio continúa.

“Estábamos en manos de delincuentes”

“Aunque me cueste el corazón, yo llevo los colores en la piel y yo voy a morir por el ciclón vamos a correr al Olimpia le vamos a demostrar que Cerro se la banca de verdad camina sin custodia policial…”

La hora se acerca, las barras están en posición de ataque, faltan pocos minutos para que ingresen los jugadores, las banderas flamean y al unísono con este cántico los flashes estallan y los auspiciantes se apoderan de los “trapos”.

“Hay marcas que deciden no asociarse con alguna acción o actividad, justamente por el riesgo”, señala Selene Rojas, directora de Next Consultora. “Eso es un tema estratégico”.

Rojas explica que las empresas están cada vez más exigentes con las asociaciones que realizarán. Si el público llega a relacionar a las empresas con los acontecimientos, los afectados no se vuelven a asociar. “Utilizan sus medios de comunicación o un comunicado para aclarar la desvinculación”.

Ese viernes era la fiesta del fútbol, pero Enrique Biedermann, CEO de Biedermann Publicidad, presenció la lenta muerte del fútbol: “no hubo nada que pudiésemos hacer para evitar algo que nunca tuvo que haber ocurrido”.

“Cuando se hace un acuerdo de sponsorship con algún club es imposible hacerse responsable de lo que pueda ocurrir con los hinchas”, expresa Biedermann, “ni las marcas ni los clubes tienen la culpa de las acciones de los hinchas, mientras no sea comprobable que ellos actuaron en la organización o financiando”.

Lamenta que no se trabaje en la prevención y en la seguridad: “todos los que fuimos estábamos expuestos a una masacre. Estábamos en manos de unos delincuentes”.

JacquelineTorres
Patricia Galeano
Magali Fleitas
Pablo Pedrero
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Equipo Periodistico
Equipo Periodistico
Equipo de Periodistas del Diario El Independiente. Expertos en Historias urbanas. Yeruti Salcedo, John Walter Ferrari, Víctor Ortiz.

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