viernes, abril 25

Violencia callejera / Félix Martín Giménez Barrios

Puedo apostar a que la mayoría de ustedes tienen alguna mala experiencia respecto
al título de este artículo. Aquí en Paraguay todos alguna vez, o quizá en más de una
ocasión hemos sido testigo de la violencia en las calles, de forma directa o indirecta.
Esa violencia que ya va más allá de unos simples insultos y llega al extremo de daño
físico, mediante agresiones cuerpo a cuerpo o ataques con armas blancas y en casos
extremos, armas de fuego.

En el transcurso de esta semana, hemos visto lo de siempre en los periódicos y
noticieros, intentos de feminicidio captados en cámara a plena luz del día, peleas
vecinales por las tardes, asaltos a mano armada en horas de la noche. Ya hace
bastante tiempo que la violencia callejera se convirtió en un asunto cada vez más
grave en nuestra sociedad, al punto de que la hemos normalizado tanto, que ya no nos
sorprende en ciertos casos y momentos en donde todo termina en tragedias que
lamentar.

Igualmente están quienes obviamente se resisten y por nada del mundo, van a tolerar
un clima de disturbios comunes en los espacios públicos. Todo padre o madre de
familia que se respete teme por la seguridad de sus hijos, más si son niños, quienes
son del grupo más vulnerable dentro de esta espiral de violencia urbana, junto con las
mujeres que se arriesgan cada vez que salen solas. La inseguridad pareciera que solo
va en aumento a este ritmo, haciendo que muchos ciudadanos adquieran armas de
defensa.

Hay que reconocer que esta inseguridad no se trata simplemente de un problema de
orden público. En todo el mundo, la falta de oportunidades, la descomposición de los
valores familiares y la mala influencia de la cultura popular, echan más combustible al
fuego de lo que uno imagina. Ni hablemos de como este gran mal de la violencia
callejera daña a la economía y desarrollo comunitario. Resulta evidente que, a mayor
inseguridad, los negocios locales sufrirán más perdidas al no circular en paz la gente.

Un gran remedio para un gran mal como la inseguridad, es tan sencillo de decir, pero
al mismo tiempo es tan difícil de aplicar. Es de suma importancia que por el bien de la
economía y de la salud física y mental, el gobierno y las instituciones del país se
pongan realmente las pilas y tomen las medidas necesarias en este asunto. Los
ciudadanos también tenemos una serie de cartas que jugar, debemos de instaurar de
nuevo el respeto y la tolerancia para crear juntos, comunidades más seguras.