De ahí derivan todos los manejos turbios
No existe mejor método para elevar el precio de un artículo que hacerlo escasear. Eso lo sabe hasta el ultimo especulador. Lo primero que se hace al estallar una guerra es capturar los abastecimientos y someterlos a sistemas de racionamiento. Con ello surge lo inevitable, el mercado negro que se encarga de poner al alcance productos restringidos, sólo que a tres o cuatro veces su valor.
Las vacunas anti coronavirus no son un producto comerciable, ya que se trata de un instrumento de la más alta prioridad para la salud pública de la población cuya adquisición, distribución y aplicación es -al menos hasta el momento- de resorte exclusivo del Estado.
Pero, también hasta ahora, las vacunas son un bien extremadamente difícil de conseguir. Hay lotes limitados, condición que seguirá imperando por algún tiempo hasta que el mercado se normalice y la compra de vacunas sea una operación más dentro del sistema de salud pública. Pero por el momento, son un bien escaso. Y a la vez, de altísima necesidad porque la aplicación de dichos sueros inmunizantes hace la diferencia entre la vida y la muerte.
¿Cómo se maneja este balance explosivo? Estableciendo protocolos y órdenes de prioridad como los que rigen desde el momento en que supimos de la existencia de vacunas. Por eso se dispuso que primero se vacunara el personal médico, luego las personas de mayor exposición al riesgo de muerte por edad avanzada y enfermedades de base, fuerzas de seguridad que trabajan en la aplicación de los formatos de aislamiento y circulación restringida, etc.
En suma, la receta perfecta para estimular la peor faceta del ser humano, es decir, su propensión a violar reglas, saltarse protocolos y, de paso, ganarse unos pesos extra y, si se puede, subir unos peldaños en el escalafón público por servicios prestados.
¿Cómo se combate esta inconducta? La única receta es inundar la plaza con el objeto del deseo, despojarlo de su plusvalía, hacerlo accesible en cualquier lugar. En EE.UU. se vacuna en supermercados, playas, estaciones de servicio, malls… En la mayoría de los puntos es gratis, en otros se cobra un mínimo… Al desaparecer la escasez, el precio se licúa y el mercado se estabiliza.
Aquí andamos a los empujones por una vacuna y hacemos leyes para combatir su tráfico. Consecuencias propias de una mala gestión pública y su derivado inmediato, la falta de producto.
Qué otra cosa habría que decir. Lastimoso.