No es necesario estar dentro de la prisión para notar y sentir la oscura forma del existir en nuestras penitenciarias. La situación se parece a la situación de nuestros hospitales deben ser lugares que sirvan para la recuperación de las personas y no un centro de sufrimiento y lamentación. Tenemos 15 mil presos en nuestras penitenciarias, el 1% de los que cometieron crímenes. El 80% de los internos no tienen condenas y muchos luego de compurgar sus penas vuelven de nuevo a delinquir. En Francia se estudió y concluyó que 31% de los que salen reinciden en doce meses.
Es conocido el documental de Netflix donde se muestra a la penitenciaría paraguaya Tacumbu que está en el grupo de ser una de las cárceles más duras del mundo y en donde la reinserción de los reos a la sociedad resulta casi un milagro. En España sobre este tema un tercio de los que salen de prisión reincide en los 12 años siguientes.
Reinserción imposible
Volviendo al documental sugerido no solo para los encargados de brindar seguridad al ciudadano sino toda persona curiosa en saber cual es la vida que se lleva en las prisiones más peligrosas del mundo es lamentable estado del presidio de Tacumbu que no fue el único lugar resaltado en dicho documental y se incluye a los de Brasil, Papúa Nueva Guinea, Ucrania, Belice y Filipinas. Viendo todo esto es casi imposible creer que alguien salga mejor de esos sitios y es casi seguro que salgan peor. Nuestras cárceles son verdaderas universidades del crimen donde la recuperación de los reos es casi imposible.
Son espacios que nadie quiere ni acercarse pero es importante saber que allí intentan vivir no solo personas privadas de su libertad sino seres humanos que debieran ser comprendidos en su totalidad. Cómo los que vivimos en libertad, con miedo y sin el sentido racional y humano que se espera de las autoridades que deben asegurar el ingreso de un delincuente y que paga por sus culpas y salga mejor luego de su pena. Es casi un imposible en estas condiciones.