Las vacunas en el mundo han demostrado también la calidad de la que están hechas las sociedades en términos de cumplimientos de contratos y acuerdos. Eso se ha podido probar en el caso de la vacuna rusa Sputnik, donde las autoridades de ese país, que fueron las primeras en congratularse de haber logrado una vacuna de amplia cobertura al virus, ahora no pueden cumplir con la promesa que hicieron a los primeros países del mundo de proveer la primera y segunda dosis en algunos casos.
Los argentinos y bolivianos, muy afines al gobierno de Putin, se quejan y con razón. Dicen que el acuerdo había sido firmado para que se cumpliera, y ahora los rusos dicen que las vacunas con la primera dosis todavía pueden esperar por otros dos o tres meses antes de que venga la segunda.
El acuerdo firmado por los rusos con un laboratorio local argentino tampoco ha mostrado evidencia de ser efectivo en la práctica; lo mismo con los fabricantes de vacunas en la India. Todo esto nos demuestra que hay que ser serios en los acuerdos que se firmen entre países y empresas, de manera a poder creer en la verdadera capacidad que tiene un país de reflejar de forma sincera y cierta las cuestiones que tienen que ver con los compromisos contraídos.
Los paraguayos podemos dar cátedra en torno a las empresas con las que hemos firmado acuerdos y nos han engañado.