La autoridad moral es fundamental para gobernar. Cuando un presidente o un padre de familia ya no tiene capacidad de decirle al hijo o a quienes están bajo su control alguna razón que tenga que ver con la moral o la ética -porque él no la tiene- en ese momento se pierde esa autoridad y comenzamos a deambular a lo que salga, a lo que Dios es grande, que es lo que afirman en este momento las máximas autoridades de la República cuando no pueden responder a la requisitoria de vacunas y no pueden hacer que los ciudadanos, entendidos y comprendidos en la gravedad del momento, tengan que hacer de nuevo grandes sacrificios. El Estado paraguayo ha perdido el rumbo, la autoridad, la potestad que le hemos dado en las urnas para hacer la tarea de administrar una república que ya en tiempos ordinarios, era una tarea bastante compleja, porque no pueden gobernar sin robar.
Ahora que estamos en una situación de gravedad extraordinaria por la pandemia, los efectos lacerantes son todavía mucho más evidentes y mucho más costosos. No tenemos respuesta en el tema de vacuna, no tenemos vacunación, no sabemos cómo las distribuiríamos en caso de tenerlas, no sabemos de dónde sacaremos los recursos cuando tenemos aun una gran cantidad disponible en el Ministerio de Hacienda, y vivimos de la mendicidad exterior. El Paraguay ha perdido su rumbo, somos una nave que va a la deriva.