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Cuando la justicia paraguaya demuestra temor, sometimiento a factores endógenos como el dinero o el poder político, es que nada está seguro en un Estado de derecho, como también se define a la democracia.
Cuando vemos que realmente el interés de los fiscales es acusar a aquellos que molestan y tratan de demostrar que las cosas no funcionan de forma correcta, es lógico suponer que no vamos por el camino de las soluciones pacíficas, sino al contrario, estamos estimulando las soluciones violentas ante la incapacidad de domesticarla a través de la justicia.
Los casos en los que se encuentran comprometidos dirigentes de oposición o activistas sociales, en contraposición a otros todavía mucho más graves que no son ni siquiera impulsados con la voluntad aparente de querer llegar a encontrar justicia, nos demuestra el grado de sometimiento al que se encuentra la justicia paraguaya en este momento.
No es un buen elemento para juzgar las condiciones en la que podría estar todavía peor nuestra democracia, pero es lógico que si no corregimos esto ya sabemos nuestro destino. El Estado fallido es simplemente una consecuencia de una justicia sometida y fracasada.