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Una grave crisis de identidad americana

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Benjamin Fernandez Bogado
Desde New Mexico
Enviado especial de El Independiente

 

Todo lo que construyó el espíritu de EE.UU. se viene desmoronando desde hace tiempo.

El espíritu comunitario sobre el que se fortaleció una idea de pertenencia colectiva es una quimera distante que ha dado paso a un individualismo cerril donde todos los proyectos voluntarios acaban capitulando ante los nuevos dueños de la invidualidad, la absorción y el desinterés por el otro.

No les conmueven la pobreza local, la falta de creer que el empleo puede generar desarrollo o que simplemente todo acabe con un bocón que ponga todo en entredicho y culpe a la clase dirigente. Son solo algunas firmas para entender la complejidad del problema.

Estuve 10 días desde la Florida pasando por Massachusetts, New York, Texas y New México y en todos los sitios se ve la angustiosa tarea de defender un sistema con el que de alguna se está en desacuerdo pero no encuentran la manera de reinventarlo.

Mientras tanto sigue el malestar con los políticos que entretienen con lo que pueden pero son incapaces de contener la inflación, el malhumor o la reacción contraria al modelo de empleos y salarios. Esto ya estaba mal antes de la pandemia y con un millón de muertos la cuestión se agravó aún más.

La economía se sostiene muy mal en un modelo en donde el trabajo duro solo acaba multiplicando las deudas del ciudadano y haciendo que su salud sea más frágil con los altos costos de los seguros accesibles.

Las armas de fácil acceso no pueden ser restringidas por una visión anacrónica que no se corresponde con la notable inversión en seguridad que hace el país . El consumo de drogas está por los cielos lo que genera un impacto notable en los países productores como los nuestros.

El problema de las mismas y el lavado de activos nos unen y como somos tan frágiles y débiles con nuestras instituciones hay millones de paraguayos que sueñan con el mameluco naranja a uno de los nuestros para celebrar como lo hicieron los panameños cuando llevaron a Noriega. Ni me quiero imaginar lo que será ese momento entre nosotros. Las bombas de Luque no darán abasto.

EE.UU. no puede desmantelar el tinglado sobre el que construyó un imperio que hoy lo vuelve preso de sus propias fortalezas. La guerra es de carácter comercial y sanitario. En el primero han perdido autoridad financiando el desarrollo de China porque los costos laborales eran bajos y no había restricción alguna para que produzcan los insumos necesarios para sus industrias. Hoy se quejan que no tienen suficientes chips para uso de los automóviles y los modelos antiguos tampoco encuentran compradores porque la cadena de producción paró y llevará tiempo normalizarla.

El peso de la historia es enorme sobre los hombros de un hombre cada día más avejentado que solo sumó un triunfo para detener con 7 millones de votantes la reelección de un Trump que quiere volver a rizar el rizo. La gente busca opciones que no aparecen. Los partidos políticos lucen agotados. El espectáculo cuestionado por cuestiones que antes eran naturales al oficio se hacen parte de la vida cotidiana de millones y el país perdió semanas en el culebrón de Johnny Depp y Amber Heard.

La desconfianza es alta. Musk no comprará la red social de Twitter y se contentará con haberla humillado en su pregunta acerca de cuántos son usuarios reales y cuántos no. Ni creo que pague la multa de un billón de dólares, sus abogados sostendrán que la empresa del pajarito azul falló en el trato al no decir la verdad sobre los usuarios por lo que el negocio se ha caído.

Todos piden perdón por algo. Harvard se lamenta por haber construido su estructura edilicia con mano de obra esclava, los neoyorquinos quieren volver a la vieja normalidad a cualquier costo aunque los números de infectados por la cuarta ola del COVID han subido en esa ciudad.

El desierto de Chihuahua donde escribo estas líneas finales es quizás la mejor metáfora de estos tiempos calientes y duros. La gasolina por los cielos, el calor inmenso aunque sin humedad y la sensación de muchos que solo queda esperar la noche cuando baje la temperatura aunque se esté muy seguro que la misma volverá a subir en el mismo ciclo molestoso y hostil que rodea a millones.

Los mexicanos siguen probando entrar por El Paso y otros sitios y aunque requieren muchos empleos que pueden ser ejercidos por los migrantes, la discusión en torno a la cínica legalidad lo impide todo. Ni en eso el pragmatismo americano ha aparecido lo que hace que la confusión acerca del futuro sea mayor. Solo queda tener resiliencia la misma que apareció en el mundo bajo el Covid y del que recordó Biden a sus invitados de la Cumbre de las Américas esta semana en Los Ángeles.

Se parecen en algo a ese ministro del interior que ante las quejas de la inseguridad solo dijo que quedaba rezar. Algo similar pasa por aquí aunque el contenido de la oración aunque sea al mismo Dios cambia de tono y contenido de acuerdo a la agenda de los predicadores de ocasión. Solo queda esperar que escampe aunque aquí en New Mexico tengan el peso de los incendios y sequía que se conozcan.

Hay que mirar al cielo y esperar mientras una tormenta de arena sacude al avión de American en la ruta de Dallas a Guadalajara. Toda una metáfora en la despedida.

Equipo Periodistico
Equipo Periodistico
Equipo de Periodistas del Diario El Independiente. Expertos en Historias urbanas. Yeruti Salcedo, John Walter Ferrari, Víctor Ortiz.