La construcción de anhelos en común cuestan mucho, no solo para los países, sino también para las regiones en donde se encuentran establecidas estas naciones que están movidas claramente por intereses de carácter particular primero y luego general.
Hay problemas en el proceso de integración entre Canadá, EE.UU. y México, ahora por la cuestión energética y también por cuestiones migratorias por el tamaño de las economías de los tres integrantes del Nafta, y también pasa una cosa igual con nuestros proyectos de integración en América del Sur, específicamente con el denominado Mercosur.
Muy buenas ideas, muy buenos proyectos, pero escasa capacidad de llevarlas adelante ha sido el elemento dominante. En estos procesos de integración ha sido muy difícil encontrar un nivel de generosidad, de fuerza, de empuje, como los que pusieron los alemanes y franceses en el proyecto de la integración europea, y también cuando vemos las grandes dificultades de estos países a nivel cultural e histórico, han podido superar esas limitaciones para construir un ambicioso proyecto de integración.
No exento tampoco de grandes dificultades, como se probó con la salida de Inglaterra hace muy poco tiempo que especialmente los jóvenes lamentan que hayan tomado esa decisión, en mayoría los británicos, perjudicandolos en el tema de la movilidad laboral en todo el continente europeo y otras cuestiones más que tiene que ver con lo comercial.
En estas cuestiones habría que primero superar lo cultural y para eso hay que hacer una notable promoción de conocimiento entre jóvenes de nuestros países que puedan cursas años lectivos de secundaria o de universidad en cada uno de los países integrantes de este ambicioso proyecto, si no nos conocemos, no nos reconocemos, y ese tendría que haber sido el primer paso en este ambicioso proyecto de integración del Mercosur que quedó solo en eso, en la ambición de llegar a ser algo que nunca pudimos ser.