Las estrategias empresariales y editoriales de los grandes medios de comunicación, desde hace un buen tiempo, empezaron a ser enfrentadas por los políticos que no eran favorecidos o directamente eran atacados por los formadores de opinión.
A través de iniciativas que podemos definir como populistas, en el sentido técnico de la palabra, algunos líderes como Hugo Chávez en Venezuela, Tabaré Vázquez en Uruguay, Nayib Bukele en El Salvador, los Kirchner en Argentina, entre tantos otros, situaron a algunos medios en un imaginario eje del mal. Ese enfrentamiento con líderes de alta popularidad llevó a que los medios de comunicación no salieran indemnes de la batalla, sino por el contrario, que fueran dañados en donde más les duele –o al menos debería dolerles–: la credibilidad.
Pero los medios de comunicación más allá de la línea editorial, son empresas comerciales, y como tales necesitan para su subsistencia de los ingresos, generados en gran medida por la publicidad estatal y por los avisadores privados, que en ocasiones también es el sistema político.
Es más, se puede hablar de un período de zafra justamente en las campañas electorales, por lo que allí se entra en la contradicción de defender una ideología política pero sin cortar el ingreso de divisas que podrían provenir de los opositores.
Poco sabido es por los ciudadanos que en muchos medios de comunicación de América Latina las entrevistas o notas a los candidatos son exclusivamente pagas. No existe un interés periodístico sino puramente comercial. La lista de precios llega a los comandos electorales, con costos diferenciados en caso que se quiera comprar una tapa, una entrevista, una página completa o una notan destacada. También existe la posibilidad de escribir uno mismo la nota o hacer los asesores el reportaje sin siquiera tener contacto con los periodistas. Todo es posible. Todo tiene un precio. Todo se compra y se vende.