Entre las grandes cuestiones que necesitamos resolver también en tiempos de pandemia está el verdadero sentido de cooperación entre las naciones. Si la solidaridad es la que tendría que haberse emergido como el factor central en las relaciones interpersonales, también eso debe darse en el terreno de las relaciones internacionales.
La lucha de los intereses a lo que sea no debe ya estar buscando ser travestido por acuerdos o bloques regionales que son pomposos, que cuestan mucho en su burocracia y que no responden a las exigencias de trabajar en conjunto.
Paraguay no tendría que tener dificultades en traer la misma vacuna rusa si el avión argentino parte con destino a ese punto y puede hacer una escala en nuestro territorio, eso no parece absolutamente nada raro. Lo mismo con Brasil, que ha hecho la misma tarea.
Lo que hemos visto es que estas naciones no son para nada solidarias con nosotros, ni nosotros tenemos capacidades como para buscar instalar la idea de un proyecto solidario que convenga a todos.
Ni en las desgracias mayores podemos hacer que una carga de vacuna de Rusia en un avión argentino o brasileño pueda servir al mismo tiempo al Paraguay. Ni eso tenemos como capacidad.
Por lo tanto, todo lo que se diga en términos de integración es simplemente un mecanismo distractivo y una manera de gastar mayor cantidad de recursos para ningún propósito laudable para cada uno de los otros.
