Si bien Paraguay tiene aspectos positivos, como su cultura rica y su gente amable, enfrenta una serie de desafíos que se consideran como indicativos de un estado fallido en ciertos aspectos. Mejorar la gobernabilidad, combatir la corrupción y abordar los problemas socioeconómicos son cruciales para el futuro del país.
Pensando en la historia de Paraguay, la misma definitivamente ha estado marcada por períodos de inestabilidad política, conflictos armados, dictaduras y en los últimos tiempos por el manto oscuro del crimen organizado. Desde su independencia, el país ha experimentado una serie de eventos traumáticos, que con la connivencia de la clase política y cierto sector de la clase económica que se aprovecha de estos momentos, hace que día a día aceleremos los motores hacia certificar lo de estado fallido.
Sin duda enfrentamos desafíos económicos y sociales significativos. La desigualdad de ingresos es un problema persistente, y gran parte de la población vive en la pobreza. Además, la economía paraguaya depende en gran medida de la agricultura y la ganadería, lo que la hace vulnerable a las fluctuaciones de los precios internacionales. Todo esto hace que los grupos organizados para el mal, sumado a una población poco educada, sea el terreno fértil para tomar control de lo público y manejar como blindaje el estado.
La corrupción es un problema grave en Paraguay, y se ha convertido en un obstáculo importante para el desarrollo y la estabilidad política. La falta de control en el gobierno ha debilitado la confianza de la población en las instituciones estatales.
En conclusión, si con todo esto que socava la seguridad y la gobernabilidad en el Paraguay no nos damos cuenta de que ya somos un estado fallido, no se qué indicadores nos haga falta para entender que vamos por mal camino.
De tanta historia de infortunio, debemos alguna vez aprender.