Es muy difícil salir del círculo vicioso de temas que no nos permiten hablar de los asuntos importantes que nos merecemos como generación. Paraguay es un país que se resiste a los cambios, con gente que no termina de dejar los espacios, para que podamos decidir a dónde queremos llevar la república. Es necesario reconocer tristemente que tenemos una ciudadanía muy poco activa que reclama, una clase económica que vive en la comodidad de su bien pasar y una clase política que no entienden se están pegando un tiro en el pie al creer que pueden seguir así, concluimos que esto puede explotar en cualquier momento.
En febrero publicamos que la tendencia positiva para la economía paraguaya se mantendrá para este año. Así lo adelantó el Banco Mundial en su última proyección, estimando una expansión de 3,8% del Producto Interno Bruto (PIB) para el 2024. Con esto, no podemos decir que no somos un país con suerte ya que sin problemas mayores en lo climático, recursos naturales que nos siguen ayudando a tener estas proyecciones, mercados que nos compran y compatriotas que sostienen el sistema enviando dinero hacen que no tengamos un nivel de control de la situación, pero que no se sabe hasta cuando.
El nivel de contraer deuda, política que continúa y no se plantea detener, hace que tengamos que repensar el futuro. Una vez más ante la necesidad de pagar deuda fija y muy poco para infraestructura y desarrollo, entramos en el espiral de empeñar no solo el futuro nuestro, sino de nuestros hijos y nadie habla de este tema como un debate diferente.
Paraguay es un país ágrafo, dicho de una persona: Poco dada a escribir. Por ende, la capacidad de hablar es algo que se nos debe dar de forma natural. Lastimosamente el debate, que es una forma de discusión formal y organizada que se caracteriza por el intercambio argumentado de ideas y/o puntos de vista entre dos o más personas con posiciones opuestas sobre un tema determinado, no se nos da. Un debate posible es posible, solo tenemos que quererlo.