Bruno Vaccotti – Generación I
@peztresojos – Emprendedor y Comunicador Social
Ocurrió algo terrible en Estados Unidos. La policía cometió un crimen con una brutal connotación racista. Las imágenes de lo que fue el asesinato de George Floyd hacen loop hace varios días en medios de todo el mundo. Varias personas hablan de la desestabilización más grande que ha sufrido Trump durante todo su mandato, en puertas a las elecciones y a una posibilidad de reelección. Varias protestas se han levantado en todo el mundo contra el racismo y la brutalidad policial.
Por razones históricas, nuestro país no alberga la misma diversidad étnica que pueden tener otros países de América Latina. La población de ascendencia afroamericana representa un porcentaje casi nulo en nuestras estadísticas. Nuestra diversidad cultural se puede dividir en 3 grandes grupos: criollos (incluyamos también en este término a los de ascendencia nórdica), mestizos e indígenas. Muchos compatriotas y medios nacionales han publicado fervientemente su indignación, han utilizado los hashtags del caso y hasta han cambiado sus fotos de perfil, adhiriendo a la causa.
Volví a través de internet a diciembre del año pasado, al asesinato de Lorenzo Silva Arce, indígena asesinado a sangre fría en una calurosa madrugada mientras dormía en una parada.
¿Aporofobia? ¿Racismo? Un crimen a sangre fría sin resolver. Un crimen que se mediatizó lo justo y necesario. Un crimen sin un solo imputado o sospechoso. Un crimen que no generó mayores revuelos y que quedó archivado.
¿La mediatización sistemática de un crimen violento, o la sociedad donde ocurrió pueden ser factores que nos ayudan a construir una imagen de empatía? No quiero emitir un juicio de valor, simplemente analizar si, por medio de la prensa, puede indignarnos más una muerte a miles de kilómetros, en un contexto totalmente ajeno al nuestro, que la de un compatriota asesinado a sangre fría a unas pocas cuadras de donde vivimos.
