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Tiempos de inquietud

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Nunca como ahora la medicina se vio tan presionada para producir una vacuna efectiva como la que hoy se demanda contra el coronavirus surgido en China y diseminado por el mundo como un incendio forestal. Los primeros casos atacaron en diciembre de 2019 y para marzo pasado el mundo estaba en pandemia. Ya en febrero una docena de laboratorios daban cuenta de trabajos preliminares para desarrollar la vacuna y, como si fuera un campeonato de fútbol, picaron en punta los investigadores más avezados.

A partir de allí, el marcador fue registrando resultados prometedores. A nueve meses de lanzada la carrera, media docena de participantes anunciaron haber completado la tercera etapa y se empezaron a medir los resultados en miles de millones de potenciales dosis a ser entregadas entre fines de año y comienzos de 2021. La OMS, como un gran árbitro universal, anticipó que otorgaría una suerte de “licencia provisoria” a cada específico desarrollado, sujeta a los controles de eficacia que se iniciarían a partir de las primeras vacunaciones masivas. La organización, zamarreada por duras controversias, se cubría de posibles resultados adversos de cada vacuna hasta tanto alcanzaran, por rodaje, un grado aceptable de seguridad.

La posición de la OMS es razonable, más allá de cualquier otra consideración. El desarrollo completo de una vacuna, incluido su periodo de investigación, formulación, aprobación preliminar, pruebas de campo e informe final, puede llevar un mínimo de cinco años y un máximo indeterminado, que puede medirse en décadas.

La más común de las vacunas, la triple contra sarampión, rubéola y parotiditis, insumió una década entre 1960 y 1970 mientras la vacuna contra la varicela llevó 20 años y la antivariólica fue efectiva luego de 160 años de investigaciones. El virus chino le puso un cohete supersónico a la demanda y la globalización la hizo universal. En el Paraguay ya se dieron los pasos necesarios para tener la vacuna dentro del primer trimestre de 2021. Será gratuita y de aplicación voluntaria. Sólo entraría a ser obligatoria cuando la FDA (Food and Drugs Administration) de EE.UU. otorgue a cada emblema un certificado de efectividad e inocuidad.

Mientras tanto, vacunarse será una cuestión de sensatez personal y de confianza en el buen hacer del Ministerio de Salud Pública.

El resto, Dios dirá.

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