¡Cómo suelo decir; el tiempo no pasa: vuela! Ahora a mediados de noviembre estamos en vísperas de despedir el año triste del 2020 para el país y el mundo. El mismo que nos enseña durante la pandemia el tiempo a dedicar para pensar en lo que la humanidad debe ajustar para asegurar un buen futuro para las futuras generaciones.
Vemos cómo algunos pretenden sintetizar los problemas desde una percepción del pecado que siempre requiere la culpa para legitimarse. Siempre necesitamos cargar las responsabilidades sobre los hombros de otros. Así los de mi generación – los Millennials- representamos una generación que busca explicar algunos de sus fracasos que son propios o ajenos cómo el divorcio, la inestabilidad en los empleos y desconocimiento de administración, la precariedad en todo y la generación y uso del dinero,
Estos hechos tampoco se sostienen en la proyección colectiva cómo seres humanos. Al cerrar este año es bueno cuestionarse lo siguiente; es mejor más cómodo y/o seguro tener o ser, en otras palabras es mejor poseer que existir?. Se que el cuestionamiento es muy antiguo pero no deja de ser actual.
Esta pregunta me surgió luego de ver un rápido video en las redes sociales de un par de niños asustados porque San Nicolás no iba a pasar por la tierra por el covid y no querían que ellos se contaminaran con las noticias y quedarán congelados . Esta historia pueril nos sumerge en el planteo entre el ser y el tener. Entre el consumo y el bienestar. Debemos asumir la responsabilidad del ser con todas sus consecuencias sin culpar a nadie.-