Asunción quiere cobrar por estacionar en su centro ruinoso
Para tarifar un servicio, primero hay que prestarlo. ¿Qué servicio presta la Municipalidad de Asunción en el denominado centro histórico? Veamos.
Pretender estacionar en ese lugar es someterse a la dictadura de los mal llamados “cuidacoches”, que se apropian de espacios públicos y se los reparten como un negocio en el que van en sociedad con las autoridades. Es como una concesión de territorio en el que estos cuentapropistas son monarcas absolutos. El que pretenda estacionar ignorándolos se arriesga a serias represalias, porque esa falacia llamada “cuidacoche” no implica un cuidado efectivo ni mucho menos garantía de que el vehículo esté protegido de rayaduras, saqueo y, de última, robo a plena luz del día o de la noche. Esto lo sabe cualquiera que, por necesidad ineludible, deba ir al centro de la ciudad y dejar su vehículo en la calle para realizar algun trámite o cumplir un compromiso cualquiera.
Luego, el estado en que se encuentra, urbanísticamente hablando, el desdichado centro histórico de la capital del Paraguay. ¿Disfrutar de un paseo por las plazas, caminar sus veredas? Mejor ni pensarlo, porque lo más probable es que se encuentre con enclaves de inundados sin inundación, montañas de basuras y desorden por todos lados. Al habitante de Asunción, ese panorama no lo sorprende porque ha debido habituarse a él desde hace años. Pero el turista que acaba de llegar al país, baja a desayunar, se dispone a conocer la capital del Paraguay y se encuentra con una ciudad abandonada, sucia, con plazas destruidas y gente encarpada, creerá haberse equivocado de destino y estar en algún campo de refugiados de Bangladesh o Etiopía.
Como si no fuera suficiente, los edificios públicos vacíos y descascarados demuestran la escasa importancia que se da al patrimonio edilicio de la ciudad. El emblema de esta conducta patética es el edifico ubicado en Mariscal Estigarribia e Iturbe en donde funcionaba el Archivo Nacional. Hay ruinas de Pompeya que lucen más rozagantes que ese desdichado edificio neoclásico convertido en un espectro fantasmal.
Volviendo a capítulo. ¿Cobrar para que la gente estacione en el centro? No sólo es moralmente inaceptable sino un auténtico asalto al bolsillo de miles de personas que si no fuera por necesidad, jamás pisarían ese sitio abandonado de Dios y de los hombres.