“Los Estados Unidos han sido los propulsores de nuestra actual democracia… y de algunas de nuestras dictaduras”. Esta ocurrencia de Les Luthiers hace estallar al público no sólo en carcajadas sino también en los inevitables aplausos ante verdad tan evidente. Una verdad poblada de frases y definiciones la más robusta de ellas expresada por un presidente que los súbditos del tío Sam adoran, Franklyn Delano Roosevelt. Cuando le preguntaron cómo podía seguir apoyando a “Tacho” Somoza, un verdadero hijo de puta, Roosevelt respondió: “Tal vez lo sea, pero es nuestro hijo de puta”. Punto, no hacen falta más detalles.
Estados Unidos paga bien a sus servidores fieles. Aunque no les ofrece su casa cuando caen en desgracia, les gestionan un buen sitio de retiro. Un ejemplo brillante lo ofrece Fulgencio Batista, derribado por Fidel Castro, que obtuvo un espléndido retiro con protección incluida primero en República Dominicana, Portugal más tarde y finalmente España, todas férreas dictaduras: Trujillo, Oliveira Salazar, Franco.
Claro que también es implacable cuando alguno de ellos se desvía del rol y piensa por cuenta propia.
Hasta 1989, Manuel Antonio Noriega, dictador militar de Panamá, había cumplido a cabalidad su función de ojos y oídos de la CIA en el estratégico istmo del canal, facilitando inteligencia para el tráfico de armas y dinero destinados a fuerzas contrainsurgentes, la principal de ellas los “luchadores de la libertad” que combatían al sandinismo en Nicaragua. Pero la codicia de este militar formado en la georgiana Escuela de las Américas –verdadera fabrica de dictadores- rompió los diques y se engolosinó más de la cuenta con el tráfico de drogas. Alguien en Washington frunció la nariz y acto seguido los marines arrasaron Ciudad de Panamá llevándose atado y amordazado a Noriega bajo los cargos de narcotráfico, homicidio, etc.
Este esquema funcionó siempre como un relojito. Lo que los ideólogos de la conspiración nunca imaginaron es que la fórmula les fuera a estallar intramuros. Sólo faltaba que el jefe de un montón de locos sueltos llegara a la Casa Blanca. Donald Trump puso en práctica la teoría frente al Congreso y por algunas horas, USA se estremeció en sus bases.
Fea sensación cuando Neverland amenaza desvanecerse.