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Son viejos

Las personas con edad merecen respeto, consideración e integración en la vida de todos, porque no hay mejor universidad en la misma que la experiencia de ellos transmitidos a nosotros. Al tomarnos el tiempo no solo para ayudar a nuestros padres, tíos o abuelos debemos hacerlo también para escucharlos y en un diálogo que desarrolle una clase recíproca entre generaciones. Hoy en día en el que hasta el hablar entre personas ha quedado enterrado en el olvido y marginado el pasado privándonos a todos de una experiencia enriquecedora.

En el Perú están trabajando para desarrollar la combinación de ‘Sabiduría y respeto’: lo que la generación olvidada del Perú nos puede enseñar sobre la vida y el envejecimiento.

Las generaciones actuales podemos aprender mucho si realmente nos tomamos el suficiente tiempo para observar bien lo que hacen y cómo lo hacen. La cosa que acumula polvo en la casa por su desuso podría verse diferente y ordenada si formase parte de las herramientas de limpieza que son usadas para el orden y la belleza.

Lo mayor y antiguo no debe ser tenido cómo algo inutil sino ser utilizado por sobre todo sus consejos y cómo con su capacidad de mezclar el ayer y hoy pueden hacer conclusiones no solo simpáticas sino por sobre todo aquellas que ayuden a reflexionar sobre nuestra actitud y acciones en el presente. El solo hecho de escuchar y saber lo que piensan las personas mayores no solo sobre sus problema de salud o cómo notan el paso del tiempo son enriquecedoras para todos nosotros.

Crecer generacionalmente
En el barrio, ciudad, país y el mundo no solo existen jóvenes, adultos y niños sino también personas de edad o gerontes cómo dice un amigo, que pueden estar en la familia, la iglesia o cualquier lugar que tengamos en común con otras personas que al integrarnos solo dialogando logramos hacer un enorme paso en la mente de los “viejos” que no son tratados ni escuchados cómo se merecen y se deben. Ellos y nosotros los millennials también debemos tener cuidado porque nuestro presente sin evaluación, control y ajuste dan cómo resultado un futuro catastrófico que una vez ahí ya es tarde volver atrás y encontrar a ese contertulio que ahora en el calor paraguayo es el único que escucha a esas palabras que buscan un oído atento.

Debemos crecer cómo un proceso dinámico y activo y eso supone un diálogo intergeneracional más rico que el wasapeado insustancial que domina mucha de nuestra “conversación” cotidiana. Hacerlo es crecer entre todos.

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