Los números altos de fallecidos por Covid vuelven a llamarnos la atención en torno a cuál debe ser la mejor política a aplicar de forma tal a que no tengamos que lamentar el dolor de la pérdida de tantos paraguayos.
Evidentemente no podemos confiar en el Gobierno, que no ha mostrado hasta ahora gran capacidad para atenuar los efectos de esta devastadora pandemia. No ha tenido tampoco capacidad de buscar las vacunas que en este momento constituyen la única salida eficaz que se observa en los países que han aplicado en números suficientes y que han podido detener la curva de expansión
Entre nosotros los paraguayos los peores pronósticos hablan de que junio y julio serían meses de un número incesante e incrementado de personas contagiadas y fallecidas por Covid-19. Uno de esos informes habla de 200 óbitos diarios, que es una cantidad excepcional, pero si miráramos lo que ha acontecido en el día de ayer con 110 muertos, no sería descartable estar mirando ese horizonte y buscar de forma eficaz y eficiente que respondamos con mayor capacidad para no tener que lamentar esas cifras.
El Paraguay en este momento no tiene una política sanitaria. Está a lo que Dios es grande, a lo que pueda pasar por fuerzas absolutamente extrañas a la propia capacidad humana.
No tenemos la capacidad de ordenar mínimamente el transporte público, que es uno de los lugares donde más se contamina la gente y todavía estamos hablando de incrementar los precios de los pasajes debido a que subió el precio del combustible. Todo mal, vacunados en términos económicos, pero no vacunados en términos sanitarios.
