Foto: El Cronista
La corrupción en nuestro país ha tomado niveles tan altos que ningún corrupto le tiene miedo a la justicia porque es igual a ellos.
Pareciera que se mofan de nosotros diciendo:,“No me importa que reconozcan haber sido parte de una gran estafa Itaipú, total, tengo mi protección de legislador y al mismo tiempo, qué justicia me va a juzgar por una circunstancia de este tipo”. Esa fue más o menos la respuesta que nos dio el senador Fulgencio Rodríguez y otros más que forman parte del núcleo negociador de Paraguay de una deuda de más de US$ 4.000 millones que vamos a estar pagando hasta el próximo año.
El Paraguay en realidad no tiene conciencia ética ni tampoco temor a los jueces ni fiscales. Los tienen en su nómina, forman parte de la misma sociedad delictiva y cuando uno comete un crimen en el Paraguay sólo tiene el 1 % de posibilidades de ser castigado, 99 % de posibilidades de zafar.
Como decía un premio Nobel de apellido Becker, esta es la llamada economía del crimen, donde paga mucho más el cometer los delitos que el tener que cargar con sus consecuencias.
Países como Singapur, que tenían circunstancias similares a las nuestras en 1965, decidieron cambiar de manera profunda y dejaron de ser un país con niveles económicos parecidos a los de Haití, a ser hoy uno de los países más ricos del planeta, con cero tolerancia a la corrupción y con castigos drásticos a quien se aparta de la norma. En Paraguay estamos más cerca de Haití y mucho más lejos que Singapur.