- El candidato oficial. Es el candidato del gobierno en turno y representa la continuidad. Tiende a magnificar los logros de éste y a evadir los yerros y promesas incumplidas. Tiene tras de sí la estructura y los recursos públicos, elementos que siempre niega. Cada elección es una prueba para los gobiernos. El candidato oficial es quien da la cara por el proyecto que pretende seguir en el poder, pero es solo una parte de la campaña.
- El candidato opositor. Su lema debe ser el cambio. Tiene que construir una narrativa que sintetice, si así lo es, el fracaso del gobierno actual. Convencer al electorado que ya no merece otra oportunidad y que debe dejar el poder. Este candidato tiene que tener un gran poder de convencimiento y descubrir los hartazgos y decepciones del electorado y traducirlos en movilidad y convencimiento a la hora de ir a votar.
- El candidato esquirol. Su misión es dividir el voto de los contendientes más fuertes. Juega un papel indecoroso aunque pragmático, cosa que no se le puede reprochar en política, pues es parte del juego. Sabe que no va a ganar la elección, pero sí ayudará a que gane o pierda alguno de sus contrincantes. Ya habrá tiempo de cobrar este favor, conforme al resultado de la elección.
- El candidato testimonial. Hay quienes solo quieren participar por una aventura, un gusto personal o porque algún beneficio económico le quedará por el solo hecho de participar en la campaña. Quiere ser parte de la historia con su simple participación o porque tiene la suficiente fe en sí mismo de que en política puede pasar cualquier cosa. Un recordatorio para este candidato, es que cualquier aventura de este tipo cuesta, y termina afectando a su patrimonio.
- El candidato que decepciona. Siempre hay un candidato que no aguanta la campaña. O que decepciona a sus seguidores. Que no logra conectar con el electorado ni con los medios. Que cae en grandes errores verbales o estratégicos y no logra reponerse. Llega con grandes expectativas, pero simplemente no puede mantenerlas. Hay quienes parecen que podrían ser buenos candidatos, pero ya en el terreno de los hechos se empequeñecen.
- El candidato que sorprende. Es un candidato que no esperaba el electorado. Crece conforme avanza la campaña. Simplemente fascina. El candidato es un producto en el mercado electoral, y así como una canción o un perfume se hacen famosos sin alguna explicación, lo mismo sucede con los candidatos. Todo es posible en la viña del señor, dice la expresión bíblica. En política es igual.
- El candidato favorito. En toda contienda electoral siempre hay un candidato favorito. Obvio que no siempre gana. Las elecciones son cajas de sorpresas y con frecuencia suelen otorgarnos resultados inesperados. La democracia también es un juego de azar.