Por: Guadalupe Robles, historiador mexicano
- Por pragmatismo. El político debe ser un ser pragmático. Pensar más en el ser que en el deber ser. Oler y aprovechar las oportunidades que se presentan. Tomar decisiones y asumir sus consecuencias. Muchos piensan que cuando las oportunidades se agotan en un partido, hay que buscar abrir otras puertas. Los puristas dirán que eso es traición, el político pragmático se defenderá diciendo que hay que evolucionar y que sus convicciones ya no encontraban eco en el partido que abandona.
- Por sobrevivencia. En política hay que saber sobrevivir. Hay que estar arriba del barco donde las circunstancias lo permitan. Aferrarse. La política es una guerra sin pausas, regida por la competencia, la intriga y el oportunismo. Solo el que no está en la política piensa que es un oficio para cualquiera. Pero no. Todo se pelea de frente o a escondidas. Más de las veces en la sombra. La sobrevivencia es un objetivo al que se enfrenta siempre el político.
- Por hartazgo. El hartazgo es un gran pretexto. Jamás un político se harta cuando le está yendo bien. Cuando la fortuna le sonríe. Cuando llegan las oportunidades una tras otra. El hartazgo comienza cuando las oportunidades huyen. Cuando empieza a ser desplazado por otros. Cuando la suerte comienza a ver para otro lado. Entonces aparece el hartazgo como la justificación para partir y buscar otro partido.
- Por el fuego amigo. Los enemigos más peligrosos siempre están adentro del propio partido. Son menos visibles y más hipócritas. Menos predecibles. El político no sabe por dónde y cómo llegarán hacia él. Cómo le atacarán. Son los que más saben de sus vulnerabilidades. En ocasiones el político acumula más enemigos adentro que afuera. Es entonces el momento de partir.
- Porque el amor acaba. Cuando el partido dio lo que tenía que dar al político, este busca otros amores y otros puertos. Otras pasiones. Es la condición humana en una de sus expresiones más comunes. Son ciclos que terminan, dice sin rubor el político que se va. Dice la canción de Manuel Alejandro que hasta la belleza cansa: pues en política sucede igual.
- Porque la política es así. La política es un juego de ajedrez. Hay jugadas infinitas. Nadie se puede dar por sorprendido de las decisiones que puede llegar a tomar un político. Siempre estará primero su interés. Es parte de su oficio, y si ha determinado cambiar de partido, lo hará sin dramas.
- Porque puede. No toda decisión se basa en una acción razonada. Para eso está la intuición. La intuición es ese razonamiento inesperado y caprichoso, basado en la experiencia. No necesita dar más explicaciones. Hay veces que el político cambia de partido nomás porque quiere y puede. Así de simple.
Periodista Senior