Por: Guadalupe Robles – @guadalupe2003
Mida el tamaño de su crisis. Las crisis son inherentes a los partidos. En la democracia se gana y se pierde: siempre hay malas tardes. Pero hay de derrotas a derrotas. Hay algunas que son definitivas. Un partido político debe saber si ese es su caso. Saber cuántos militantes fieles tiene todavía y si eso le alcanza para seguir y esperar mejores tiempos. O por el contrario, cambiarle el nombre y la organización al partido.
Haga una autocrítica honesta. Todo partido en crisis, debe hacerse una verdadera autocrítica. Pero no detenerse tanto tiempo en eso. Hay que tomar distancia de la autoflagelación; de las letanías interminables de quejas y culpas, pues es el cuento de nunca acabar. La autocrítica tiene que ver más con las posibilidades de sobrevivir y transitar. Con base en eso, hay que abrir una discusión de posibilidades más que de lamentos.
Sepa que los verdaderos enemigos están dentro. Sí, y más en una crisis de partido. Cuando las cosas no van bien y un partido pierde el gobierno, los espacios se reducen: crecen las desavenencias. Todos se culpan del fracaso entre sí. La política se vuelve un concierto de reproches; de enemigos de un mismo partido. Es cuando los cacicazgos imponen su ley, poder y dinero. En una crisis no todos pierden.
Libere al partido de sus líderes tóxicos. No todos los líderes tienen la decencia de irse del partido, cuando lo afectan con su actuación y su mala fama. Los militantes tienen que tomar medidas firmes. Deben separar a los líderes que son una carga, más que un apoyo para el partido. Si un partido no puede hacer eso, debe pensar muy seriamente si tiene derecho a seguir representado a sus militantes.
Renuévese. Todo se ha modernizado en los tiempos actuales y los partidos no pueden ser la excepción. Cambie sus viejas prácticas y modos que a nadie interesan. Aléjese del mismo discurso de siempre. Las ideas también envejecen. Sepa leer lo que a la sociedad le interesa de verdad. Renuévese. Visite de vez en cuando a la imaginación. Cambie. Todos lo están haciendo.
Deje la nostalgia. En política siempre hay una época de esplendor que difícilmente vuelve. No viva en el pasado. No quiera convencer al electorado de todo lo que, según el partido, hizo por el país. Eso ya no le interesa a la gente. Inclusive le molesta. La nostalgia a veces estorba en política. Más a esta política impaciente de hoy.
Construya una nueva narrativa. La narrativa en el poder, debe tener enfrente una narrativa de la oposición. Si el partido en crisis no tiene su propia narrativa frente al poder, entonces será una oposición inofensiva. Inútil.