Siempre se habla acerca de la necesidad de transformar el concepto de funcionario público en el de servidor del ciudadano, un cambio de hábitos tan profundo y difícil de dimensionar en todo su significado.
Implica cambiar la mentalidad del burócrata que “atiende” al ciudadano cómo, cuándo y de la manera que se le antoja según su humor del momento. Se trata de volver al concepto de servicio, aplicando el verdadero significado de la palabra atender que, según la Academia, significa “acoger favorablemente, o satisfacer un deseo, ruego o mandato” y también “mirar por alguien o algo, o cuidar de él o de ello”.
No podríamos estar más lejos de todo eso. Hace años que la opinión pública le viene diciendo a sus mandatarios que el Estado se ha llenado de sinvergüenzas, vividores, inútiles y parásitos manejados por dinastías sindicales y protegidos por políticos que usan a los más de 300.000 funcionarios públicos como mano de obra electoral.
Tenía que estallar una pandemia para que todo ese pantano infecto, con todas sus pútridas emanaciones, quedara al descubierto y que quienes hoy lo administran empiecen a tomar conciencia de que si no hacen algo para remediar el desastre, el pantano va a terminar tragándoselos.
La resistente coraza de protección de rodeó siempre este mar de corrupción estatal ha empezado a sentir los impactos de la opinión pública. Ya no se puede ocultar la demencial escala de privilegios que rige dentro de lo que en este medio llamamos “semántica presupuestaria”, que es la manera cómo los funcionarios privilegiados van engordando su salario básico con una serie de ingresos extra que llegan a duplicarlo. Si ahora anuncian recortes en el salario pero dejan intactos esos ítems presupuestarios (sólo en la ANDE hay 21 conceptos diferentes), estamos en las mismas y todo empezaría a oler a tomadura de pelo sangrienta. Ojo con eso.
Si el equipo que lidera Mario Abdo Benítez piensa hacer bien las cosas debe barajar y dar de nuevo. Hay pasos que el Presidente de la República puede y debe dar dentro de sus atribuciones como administrador. Tiene que decidir de una buena vez de qué lado está: si del lado de 7 millones de paraguayos que enfrentan la peor epidemia de su historia contemporánea… o va a seguir doblándose ante las mafias político-sindicales que se han apoderado del tesoro nacional.
Plata hay, si se anima a rescatarla de las garras de los que se la roban cada mes.