La expresión aquella de que “nunca terminamos por aprender en el Paraguay, siempre volvemos a tropezar con la misma piedra” pareciera confirmarse con el lanzamiento del presidente de la República a ser presidente del Partido Colorado, un cargo -de lejos- menos relevante que el que le toca desempeñar por mandato popular. Viola la Constitución que le dice que tiene que dedicarse con exclusividad a la tarea del presidente, y no puede aceptar nada que distraiga esa labor del Presidente.
El argumento que el que algunos esgrimen diciendo que puede candidatarse y no asumir es todavía peor, porque se plebiscita para un puesto que no se va a ejercer, con lo cual se engaña al votante que va a los comicios, puede elegirlo y puede terminar diciendo “pero yo te elegí para un cargo que no terminaste por asumir porque estarías todavía grabando más tu situación constitucional”.
En concreto y claro, lo que la gente debería entender es que el Presidente no debe distraer su fusión con nada, y eso es terminante, tajante, contundente en la Constitución de nuestro país que cumple treinta años el próximo lunes 30 de junio.
Ya no hay que agregarle nada a esto. Ya tuvimos la experiencia con Duarte Frutos, que incluso en el camino destruyó al Tribunal Superior de Justicia Electoral y a la propia Corte Suprema de Justicia, ambos sirvientes de él, que terminaron tremendamente afectados por las decisiones que tomaron.
Todas estas cosas tendrían que ser aprendidas y no tener que volver a repetirlas durante un tiempo, sin embargo la poca calidad de nuestra dirigencia, el poco concepto del respeto a la Constitución que nos guía en el Paraguay hace que estas cuestiones sean de repetición cotidiana y permanente.
Lamentable para la República.