Mientras apechugamos el día a día en medio de la pandemia cuyo pico nadie sabe cuándo llegará, un nuevo esquema de trabajo va afianzándose en aquellos modelos de empresas que pudieron sobrevivir pero a costa de grandes transformaciones.
Ya venimos de un primer reformateo a través de la tercerización y la subcontratación, que permite una empresa achicar su núcleo central operativo y administrativo mediante la contratación de trabajo externo, formato que viene siendo monitoreado por la autoridad laboral y de seguro social para minimizar la desprotección y precarización del empleo.
Las duras condiciones impuestas por la pandemia han obligado al mundo empresario a dispersar sus plantillas de personal permanente, algo posible gracias al vigoroso desarrollo del “homeworking”, trabajo en casa o teletrabajo. A medida que el sistema avanza en su aplicación, sus ventajas e inconvenientes van saltando a la vista y de la evaluación que cada uno va obteniendo según propia experiencia surge la relación costo-beneficio.
En la experiencia paraguaya, las cosas están en proceso y para que el teletrabajo tenga consistencia y marco legal, surgieron varios proyectos de ley. Uno de ellos establece el régimen jurídico para el teletrabajo y el segundo, se dedica exclusivamente al teletrabajo para personas con discapacidad, ambos en estudio en Diputados. Mientras tanto, la realidad no espera y la nueva normalidad laboral ya está en pleno desarrollo.
Las empresas que pudieron hacerlo se montaron al sistema ni bien estalló la pandemia. Otras evalúan el paso a dar mientras se estabilizan después de la fuerte caída de la actividad económica. No sabemos aún que volumen está adquiriendo esta modalidad entre nosotros. En la experiencia española, se estima que entre un 30 al 35% de la población económicamente activa está tele trabajando a partir de la pandemia, lográndose disipar dos temores iniciales: la conectividad ha respondido satisfactoriamente y los boards directivos han mantenido el control de sus empresas aún con la dispersión de su personal.
Otra conclusión cierta: el homeworking está bajando la demanda de oficinas físicas, con un impacto en la oferta y en los alquileres por el momento no evaluado en toda su dimensión. Otro reformateo producto del COVID 19.