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Asunción

Sajonia, barrio con alcurnia

Por Cristian Nielsen

Unos dicen que el nombre del barrio Sajonia deviene de ciertos inmigrantes alemanes provenientes del estado del mismo nombre -en realidad, Sajonia-Anhalt- y que se afincaron en el Paraguay entre fines del siglo XIX y comienzos del XX.

Pero otras fuentes insisten en referirse a cierto buque Sajonia -también denominado “buque pombero” o “buque fantasma”- a bordo del cual, los revolucionarios de 1904 embarcaron en Buenos Aires armas, pertrechos y soldados para emprender la revolución que terminaría con el Gobierno de Juan Antonio Escurra. La nave había partido del puerto de Buenos Aires y al ir internándose en aguas del rio Paraguay iba tocando tierra y levantando poblaciones y guarniciones. A la altura de Villeta, el Sajonia -un buque mercante armado con algunos cañones- entabló una batalla naval con el buque Villa Rica, otro carguero artillado y al servicio del Gobierno al que puso en fuga.

De manera que, cualquiera sea le etimología de su nombre, Sajonia es un barrio con resonancias propias al que ni siquiera el cambio oficial de nombre por Carlos Antonio López ha logrado borrar su rica historia.

DE INDUSTRIAL A RESIDENCIAL 

Se dice que Sajonia había sido predestinado a convertirse en un barrio industrial por su proximidad al río Paraguay y la disponibilidad de un puerto operativo para importación de insumos y exportación de productos.

Pero la realidad fue otra. La expansión de Asunción tomó otra dirección, direccionándose hacia Fernando de la Mora y San Lorenzo, arrastrando consigo todos los emprendimientos industriales y comerciales. Sajonia quedó así más bien como un enclave residencial que hacia la década de los años ’40 tenía aureola de “barrio chic” o exclusivo. Algunas mansiones supervivientes de esa época, como el palacete Domínguez o la casona Ubaldi dan testimonio de estilos que van del neoclásico italiano al modernismo catalán.

En el barrio estaba instalada la que en sus días era una empresa tecnológica de punta, la Compañía Americana de Luz y Tracción que suministraba energía eléctrica a toda la ciudad.
En 1921 abre sus puertas el Club Deportivo de Puerto Sajonia, una de las instituciones sociales de mayor tradición en la ciudad, cuyos remeros estaban llamadas a competir con los de otra institución aún más antigua, Club Nacional de Regatas El Mbiguá, fundado en 1902 sobre la bahía de Asunción. Otra entidad venerable sería el Estadio de Sajonia que inauguró sus actividades en 1917 y estaría llamado a convertirse en el coliseo deportivo por antonomasia de la ciudad, sobre todo al cambiar su nombre por el sonoro Defensores del Chaco.

MANGRULLO Y LA “CRUCITA” 

Si Puerto Sajonia era el desvarío del que habla Ortiz Guerrero en la letra de Paraguaype, no es menos descriptiva su cita del “mangrullo”, nombre que se diera antiguamente a lo que hoy conocemos como Parque Carlos Antonio López.

Los historiadores afirman que en 1871, un año después de finalizar la “Guerra Grande”, una epidemia de fiebre amarilla se desató en Asunción ocupada por soldados aliados que la trajeron de los campos de batalla. Los enfermos morían muy rápidamente así que las autoridades sanitarias eligieron el mangrullo, una de las siete colinas de Asunción, para enterrarlos. Con el paso de las décadas aquel cementerio de contingencia fue olvidado y más tarde transformado en uno de los paseos públicos mejor diseñados de Asunción.

Otro hito del barrio Sajonia es, sin duda alguna, el lugar conocido popularmente como La Crucita, o el lugar en donde en 1923 murió, de un disparo de fusil, un conscripto de 17 años oriundo de Pirayú y de nombre Cirilo Duarte. Fue tal la conmoción que produjo el hecho que poco después, una cruz de madera rápidamente fabricada por los lugareños se erigió en el lugar del hecho, a donde muy pronto se hicieron peregrinaciones para orar por el difunto. Hoy, el lugar se ha convertido en la Iglesia de la Santa Cruz en cuyo altar se venera la cruz de madera original. La Crucita es celebre internacionalmente por el alucinante Cristo de Herman Guggiari, una escultura en acero inoxidable que despierta asombro y deja atónitos a quienes visitan el templo por primera vez.

Pero sin duda una de las marcas indelebles del barrio Sajonia sean las noches de futbol, en especial cuando la albirroja se juega alguna chance clasificatoria para el mundial. Es entonces cuando el barrio truena con el rugido de la hinchada y se enciende en fuegos artificiales.

Allí está, clarito, el mejor Sajonia de todos.

Equipo Periodistico
Equipo Periodistico
Equipo de Periodistas del Diario El Independiente. Expertos en Historias urbanas. Yeruti Salcedo, John Walter Ferrari, Víctor Ortiz.

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