Por Benjamin Fernandez Bogado
Una de las implicancias importantes del proceso de la pandemia es la reinvención de muchos en actividades que anteriormente desconocían tener las capacidades de realizarlas. Eso no sólo pasa en nuestro país, pasa a nivel global y es una llamada de atención también a nuestros centros educativos en las tareas de formación. Como nunca, muchas actividades técnicas, de operadores manuales, han tenido la mayor trascendencia y mayores posibilidades en los tiempos que corren, que aquellos que tienen una duración muy larga a nivel profesional y que se encuentran parados o desempleados. Deberíamos formar a nuestros jóvenes en siete habilidades como mínimo para poder enfrentar cualquier situación como la actual de pandemia. No tendríamos que despreciar para nada, combinar la actividad intelectual con la actividad manual. No tendrían que ser dos mundos separados por dos estatus diferentes.
En otros países del mundo muy exitosos como Alemania, Singapur y Suiza, ya al terminar la educación básica, los propios administradores escolares van diciendo a los alumnos quiénes pueden continuar en la universidad y quiénes no. Y muchos de ellos, el 70 % va a las carreras técnicas en donde encuentran su realización social y económica sin ningún tipo de distingo. El viejo argumento que se repetía mucho en la Argentina de los migrantes de «mi hijo el doctor», no significa mucho en los tiempos actuales, especialmente cuando no tenemos la valoración social de la trascendencia de eso más que la mera descripción del título y del nombre.
Paraguay debe ser un golpe de timón. Somos muy buenos los paraguayos en tareas manuales. No somos tan duchos en cuestiones intelectuales. Cada pueblo tiene una vertiente que debe utilizar de la mejor forma para hacer de su educación un instrumento que dé elementos al desarrollo de su pueblo.