Ningún programa de cooperación es aceptable por la vía de la imposición. Basta con decir “no, gracias, no me conviene”. Para qué enojarse.
Ultimamente estamos muy enojados con la Unión Europea. Y hacemos mal, porque se trata de una organización muy interesante, que venía colaborando muy intensamente en diversos renglones como la formación profesional, ofreciendo becas dentro y fuera de la Unión Europea en el marco de la educación superior. También apoya la producción de yerbamate orgánica a un millar de familias de Itapúa y, en una visión más global, dona 86 millones de euros para la protección social y la mejora de la calidad educativa.
Epa, aquí tropezamos con algo que crispó a la opinión pública. Parece que dentro del concepto de calidad educativa va incluido, en alguna parte, un paquete considerado altamente nocivo para las tradiciones familiares y, en especial, para la formación infantil, con clasificaciones de los sexos que vulneran la visión tradicional de varón y mujer, que otorgan potestades excesivas a los maestros de imponer saberes que fragmentan la composición familiar relegando la autoridad paterna y exponiendo a la infancia a una ola educativa disruptiva con relación a aquella en la que nos hemos formado generaciones enteras de paraguayos. Caramba, si es así es justo ponernos en guardia y despejar el escenario.
A ver. Si los expertos en educación de la UE proponen nuevas e inaceptables modalidades educativas basta con consensuar su rechazo. Los organismos técnicos del Ministerio de Educación y Ciencias tienen experiencia y olfato suficiente para detectar aquellas propuestas que chocarían de frente con la comunidad educativa, en especial los padres que confían a diario sus hijos a la escuela. Con rechazar ese proyecto es suficiente, al menos si se basa en la aceptación explícita de un nuevo concepto formativo en el cual palabras definitorias como niño y niña, papá y mamá, abuelo y abuela, etc. quedan pulverizadas por una nube de nuevas nominaciones de género y sexo en que todo se mezcla y se confunde. Semejante arremetida semántico formativa causaría una enorme confusión y la educación general perdería eficiencia y calidad de contenidos, lujo que no podemos darnos. Eso sí es inadmisible.
No nos enojemos con la UE. Simplemente digámosle “no gracias” y sigamos amigos. Observemos, de paso, el ejemplo de otras reglas que pretende imponernos la UE condicionando nuestras exportaciones a normas internas a las que el bloque quiere otorgar una extraterritorialidad de hecho que el Paraguay rechaza frontalmente. Por ejemplo, las exportaciones de soja paraguayas se generan en tierras libres de deforestación desde 2004, dato que hasta el momento la UE no ha considerado, manteniendo al Paraguay dentro de su hipotética área de sanción. Pero esa actitud es irrelevante. El Paraguay seguirá adelante con su modelo agropecuario de alta eficiencia y que se funda en tres pilares que lo hacen económicamente eficiente, socialmente equitativo y ambientalmente sustentable.
Depende de la UE si nos compra o no nuestra producción. Si no lo hace, hay otros mercados. Mientras tanto, sigamos siendo amigos.