La sinvergüencería de la política paraguaya no tiene fin, no solamente tiene que tolerar muchos desplantes y muchos mecanismos corruptos a su interior, sino que tienen la obligación de proteger a sus corruptos.
Eso es más o menos lo que acontece en la Cámara de Senadores, que después de haber tenido una fuerte acción en contra de algunos de sus miembros, se ha llamado a una cuestión de recato y de prudencia, que ahora, en el caso de la senadora Gusinky, vacunada antes de tiempo, tiene una dura prueba.
Por un lado, los cartistas dicen que van a apoyar la salida de la senadora, si es que queda uno de ellos presidiendo el Congreso. La estrategia es muy simple y evidente, como el Gobierno no sabe hasta cuándo va a permanecer y depende de nuevo de los cartistas, impulsar un juicio político contra Abdo y Velázquez colocaría al nombrado como presidente del Congreso, como presidente de la República, siguiendo la doctrina que aconteció con González Macchi.
No se puede hacer tan bastardo, tan sinvergüenza, tan corrupto de estar pensando sobre una crisis de este tipo. ¿De qué manera los sinvergüenzas y los cínicos van a continuar en el poder? Dejando tras de sí los pasos de una corrupción cada vez más fuerte y también una sensación de que no les importa el costo social que esto supone, no les importa lo que la gente piense de ellos y ésta es una situación de no retorno cuando se trata de acciones políticas frente a los mandantes.
Va a llegar a un momento determinado en que para estos no importa cuál sea la alternativa, con tal que se vayan los cínicos, los sinvergüenzas y los desvergonzados.