Cada vez que se acerca un proceso electoral, por lo general la gente piensa qué podría ser mejor para mi pueblo, ciudad o país. Este reflejo se produce naturalmente, dado que los seres humanos no nacieron para sentirse mal, ni comprobar año a año cómo se va degradando su calidad de vida, esperando el 31 de diciembre para hacer estallar mbokapú y celebrar el estado de malestar al cual nos han acostumbrado.
No intento en esta columna registrar todos los males que nos acechan, ni identificar a sus posibles responsables. Es una tarea que excede espacio y comentario. Solo señalar algunos de los emergentes más notables y que dan cuenta que el rumbo que nos prometen no solo no es el ideal, sino que aún podemos estar peor y NO hay obligación de aceptar llegar al fin del abismo, para allí reaccionar y tomar medidas tardías y muy dolorosas.
El estado de malestar no es algo que ocurre de la noche a la mañana. Han tenido que pasar décadas para llegar a estos resultados y contar con la complicidad de un grupito de vivillos, encabezados por los gobiernos de turno y las clases dirigentes, no muy preocupadas por las estadísticas descendentes ni por corregir el rumbo. Unos, tratando de “no volver a la llanura”, otros mirando cómo este modelo decadente sigue siendo rentable y, por ende, para qué cambiar si así “la seguimos ganando fácilmente” con pandemia o sin ella.
Recién nacidos: uno de los sectores más vulnerables son los recién nacidos. Los datos del Instituto Nacional de Estadística, señalan que la cigüeña los va dejando en un porcentaje mayor en los hogares de menores recursos, que llegan al 26,9%. de la población. De los 37.587 bebés del año 2019, el 5% son invisibles. En tiempos digitales ese porcentaje no está inscripto en el registro civil. Es así como comienza la vida de unas 420.000 personas hasta este año. En términos legales, NO EXISTEN, porque no cuentan con certificados de nacimiento.
Madres solteras: La guerra de la triple alianza terminó hace tiempo. No obstante, pareciera que sus consecuencias dan pie al género masculino para seguirlas reproduciendo. Decía un viajero suizo alemán a principios del siglo 20: “la mujer gobierna en el pueblo paraguayo de las capas bajas. Son todas amazonas que actúan con una libertad e inteligencias masculina. Sin el concurso de estas mujeres, los paraguayos seguirían siendo un pueblo bastante abandonado”. “El drama se inicia ante la certeza del embarazo. La primera y principal dificultad de la mujer soltera embarazada está en el rechazo y acusación que sufre por parte de su familia, que la considera culpable de un delito y que se desentiende de su situación económica y personal y de la de su futuro hijo. “Las familias económicamente menos favorecidas apoyan más a la futura madre soltera, contrario a lo que se ve en familias de nivel económico más elevado, en las que se antepone el honor familiar y el prestigio social”. Disculpe amable lector la extensión de la cita, pero aquí se inicia un largo trajinar que aún no fue superado por los 30 años de recuperación del estado de derecho, ni por los principios partidarios de cualquier color. Una gran proporción de la población femenina del país cría sola a sus hijos. Estos temas no figuran en los programas partidarios, solo refrendan y perpetuán este tipo de pensamientos, algunos con disimulos, otros en forma abierta, siempre en nombre de la familia y la patria. No hay diferencias ideológicas, solo la ratificación de una cultura patriarcal, machista y autoritaria, donde el poder masculino está más allá de cualquier reflexión. Otras mujeres optaron por emigrar y religiosamente envían sus remesas para mantener a su prole.
Bono demográfico: Dos palabras claves, que no faltan en cualquier discurso de nuestros políticos y que pareciera son capaces de abrir las puertas de los mercados, el progreso y conducir inevitablemente al desarrollo. El bono demográfico hace referencia a “una fase en la que el balance entre las edades de una determinada población genera una oportunidad para el desarrollo. Ocurre cuando cambia favorablemente la relación de dependencia entre la población en edad productiva (jóvenes y adultos) y aquella en edad dependiente (niños y personas mayores), con un mayor peso relativo de la primera en relación con la segunda.”
Estas nuevas oportunidades que aparecen en cuanto aviso de gobierno se difunde a nivel nacional e internacional, son posibles si se realizan inversiones en capital humano y sobre todo en educación y empleo, según la CEPAL y el Banco de Desarrollo de América Latina. La situación de la educación y la precarización del empleo, harto conocidas, me ahorran de mayores comentarios.
Por otro lado, el estudio muestra que “los trabajadores jóvenes que se insertaron en el mercado laboral en la última década, sin haber completado la educación secundaria, han enfrentado peores condiciones laborales” (desocupación, bajos ingresos y participación en empleos de baja productividad).
Lo que la CEPAL, no conoce, son las nuevas estrategias de educación y empleo que se han generalizado a lo largo y ancho del Paraguay, durante la nacionalización de las elecciones municipales y el lanzamiento de la chapa presidencial para el 2023, por parte empresario de frontera externa e interna, ahora reconocido como uno de nuestros abanderados de los Pandora Papers.
Si usted se afilia al Partido Colorado (ANR) nosotros le garantizamos una beca de estudio, una excelente calificación, y como si esto fuera poco, un nuevo empleo. No entiendo cómo pierden su tiempo consultores y demás estudiosos latinoamericanos, cuando la solución estaba en manos de un fabricante de humo con residencia eterna en Paraguay y que desafía las recomendaciones de la Embajada Americana sobre candidatos sospechosos e imputados.
Podríamos seguir con otros sectores de la población y más estadísticas, pero esta breve reseña me parece más que suficiente. Lo que más abunda en el Paraguay son estudios y diagnósticos de lo mal que estamos y la ausencia de rumbo cierto. No muchos abundan con nombre y apellido sobre responsables.
Creer que este señor bajito, con abundante dinero y una egolatría sin límites, nos puede salvar, es recurrir nuevamente al mesías, llámese Stroessner, Oviedo o quienes le puedan suceder con Cartel o sin Cartel.
Cabe recordar y reiterar que, salvo esporádicas reacciones populares, el pueblo siempre permitió dócilmente ser conducido por un grupito de iluminados, cuyo mayor logro ha sido mantenemos a oscuras, aún en noches de luna llena.
“Cada pueblo tiene el gobierno que se merece” dicen por allí. “El pueblo nunca se equivoca”, suena más allá. Lo cierto es que está llegando un tiempo donde el pueblo debe pensar si su trabajo depende de un voto, su estudio de una adhesión partidaria y su futuro en ser un obsecuente hurrero de por vida, para subsistir milagrosamente de las migajas de la corrupción y otros mendrugos menores, que a veces, casi por descuido, caen del bolsillo de los poderosos.
La mesa está servida para una nueva elección. Podemos seguir como hasta hoy sin preocuparnos mucho por nuestro futuro ni de las próximas generaciones. Total, ellos, los que todo lo manejan, lo seguirán haciendo como hasta hoy y la respuesta al título de esta nota, solo será: DEMASIADA PACIENCIA.
También podemos tomar otro camino, como dice José Saramago (Premio Nobel de Literatura 1988): “Es hora de aullar, porque si nos dejamos llevar por los poderes que nos gobiernan, y no hacemos nada por contrarrestarlos, se puede decir que nos merecemos lo que tenemos”.
El silencio no es salud, es una muerte lenta.