Por Benjamín Fernández Bogado
La ayuda denominada Pytyvõ ciertamente es sólo una cuestión testimonial. No tiene el objetivo de hacer que la vida de la persona que reciba dicha cantidad se vuelva menos pesada como efecto de esta pandemia. Sino lo que busca es que la gente saque en conclusión que el Estado ha hecho algo por ellos, aunque sea una pequeña gota en el mar. Si miráramos en perspectiva unos informes afirman que cualquier persona que quisiera independizarse en un núcleo urbano debería tener como mínimo asignado unos G. 3.300.000 si es que está aún en la universidad y G. 2.700.000 si es que ya ha concluido sus estudios. Si nosotros hacemos el simple cálculo matemático de G. 548.000 dividido por cinco meses, la cantidad es G. 105.000 por mes y menos de G. 3.000 por día, con esa cantidad nadie puede vivir. Y más todavía cuando los informes internacionales dan cuenta de que cualquier persona que viva con menos de 2 dólares diarios vive en situación de pobreza o de extrema pobreza, dependiendo del lugar.
El Estado debe sincerarse con la gente y decir que esa es una cuestión meramente de testimonio, pero que no procura que la gente viva mejor y se mantenga en las condiciones previas a la que tenía, en la cual a la cuarentena por el Coronavirus. Es el tiempo de ser sincero y colocarse de forma empática en la condición y en la piel de la gente. Un gobierno básicamente hace lo que sus mandantes dicen, pero también siente como ellos. Y cuando acontece una situación como ésta, la única manera de sentir real empatía es cortando los costos de un estado adiposo que no hace lo que debiera, que está inundado de hechos de corrupción y que en ese camino pierde US$ 1.600.000.000 anuales. Es el tiempo de al menos sentir cierta conmiseración y empatía con la gente.
