La política paraguaya carece de la renovación profunda que la gente quiere. Los próximos comicios podrían significar simplemente la continuidad del viejo sistema o alguna reacción alérgica de hartazgo en meses previos a los comicios que puedan determinar un curso distinto. Así como tan planteadas cosas, mucho de la oferta electoral que vemos repite mucho de lo que ha sido la deriva hacia la ineficacia de gestión de nuestra democracia. Necesitamos una que realmente sirva a la gente, que haga aquello que se necesita especialmente en áreas sensibles como la educación y la salud, en donde observamos que nadie plantee una cuestión revolucionaria que es lo que necesitamos en este momento.
Seguimos estando tremendamente rezagados en estas dos áreas en las que la intervención del Estado tendría que ser determinante. Hacer que tengamos una educación de calidad debe ser la preocupación central de cualquier Gobierno, pensar lo opuesto, que existe toda una idea de hacer una educación mediocre para que nadie reclame el poder, nadie lo cuestione, nadie lo juzgue, es demasiado perverso para tomarlo como realidad pero tampoco habría que descartarlo.
En la salud no vemos tampoco nadie que nos diga -y menos aún en pandemia, que podíamos haber hecho el gran cambio en materia sanitaria- una voluntad real de transformar el sistema nacional de salud pública en algo que funcione para la gente.
Hay que demandar y exigir a los candidatos estas cuestiones en tiempos electorales y sacarles compromiso de que harán aquellos que han prometido.
