Por Benjamín Fernández Bogado
Uno de los grandes retos de cualquier administración es la gestión, es llevar a cabo algo que se había prometido durante la campaña. El gobierno de Abdo inicia los siguientes tres años en medio de una nebulosa de todo lo que ha dejado de hacer durante los dos primeros, que es donde se puede notar el dinamismo, el vigor, el compromiso de una administración cuando sabe que tiene tiempo de finitud de cinco años.
El Presidente de la República cree que es un problema de comunicación. Lo dijeron todos los presidentes que tuvieron graves dificultades al inicio de su gestión. La cuestión puede ser en una parte, pero lo que no se ve, lo que no se cuenta también es lo que se siente y la percepción que tiene la ciudadanía con respecto a la gestión de Abdo es que no tiene vocación, voluntad, deseos de convertirse en un presidente que tome la responsabilidad del cargo con lo que eso supone. Con un equipo, con trabajo, con imaginación, con esfuerzo, con voluntad que realmente le lleve a la adhesión de la sociedad en su conjunto. Un presidente katupyry, no un presidente pytyryry es lo que necesita el Paraguay. Y el paraguayo y la paraguaya saben y perciben exactamente quién tiene esas características y quién no.
El jefe del Estado no solo debe reconocer un problema de comunicación, como creyendo que hace mucho, pero no cuenta bien cuando en realidad no ha hecho lo suficiente. Ha hecho demasiado poco para lo mucho que se espera de las cosas por hacer en un país como este, que le ha puesto justamente para acabar con muchos de los elementos que eran cuestionados durante la administración de Cartes. Y cuando llega a unirse con el mismo que él había cuestionado y sobre el que había construido su liderazgo, las dudas no son sobre la comunicación. Es sobre los hechos concretos que acontecen en términos políticos y le restan autoridad y esperanzas a su administración.