Dicen de nosotros que solo nos perturbamos ante la muerte. Lo que aconteció con el asesinato de Pecci debe darnos el exacto pretexto para ir en contra de lo que puede significar uno de los retos más grandes como República, el sobreponernos no solo la corrupción, sino a la corrupción mafiosa, la que paga por matar y la que ha encontrado en el Paraguay un espacio para su desarrollo notable en los últimos años.
La falta de instituciones sólidas, la alta venalidad de muchos funcionarios nos ha llevado a convertirnos en un nudo estratégico para el paso de la droga proveniente del norte hacia los puertos europeos vía Argentina y Uruguay.
Estos dos últimos países también están sufriendo graves problemas de violencia urbana, Rosario es una ciudad argentina fuertemente copada por estos hechos, y en Uruguay, en Montevideo se dan a conocer niveles de criminalidad que no habían tenido memoria con anterioridad.
Esto, indudablemente, debe llevar a una lucha entre todos los países integrantes de América Latina para enfrentar este flagelo. No es una cuestión que pueda resolverlo solo y únicamente un país sin los otros.
Esta tiene que ser una tarea a emprender entre todos y muy específicamente para nosotros, para honrar la memoria de Pecci, el Ministerio Público debe empezar a transformarse por completo, porque los niveles de intolerancia hacia su mala gestión los están volviendo cada vez más peligrosos de cara al lucha contra la criminalidad.
