La extraordinaria cantidad de cocaína decomisada en los puertos europeos de Amberes y Hamburgo nos demuestra que el Paraguay tiene que hacer algo rápido y pronto para no terminar siendo víctima de esas sociedades fallidas, en donde sus habitantes cada vez que viajan al exterior tienen que dar múltiples explicaciones acerca de la razón de su viaje o tener demoras en los pasos fronterizos debidos a que son paraguayos.
Esto les tocó a los colombianos durante la infausta época de Pablo Escobar Gaviria, en donde toda persona tenedora de pasaporte de ese país se convertía automáticamente en sospechoso.
Vamos camino a eso con esos antecedentes que comenzamos a proyectar hacia afuera. Que 23 toneladas de cocaína hayan sido decomisadas en puertos europeos y que nadie haya olido absolutamente nada a su paso por el Paraguay, nos demuestra de que no tenemos capacidad para controlar lo que acontece al interior de nuestra nación, que no tenemos el control de nuestras fronteras, no ejercemos la soberanía como se debiera, que nuestro sistema aduanero de persecución del crimen, la Fiscalía, la Policía, los que sancionan este tipo de delitos no están haciendo su tarea.
Hay una complicidad abierta de ciertos sectores políticos incluso con representación parlamentaria en donde afirman pomposamente de que llegaron a esos cargos amparados por un dinero sucio, generalmente asociado al narcotráfico.
Paraguay tiene que hacer un gran cambio después de una circunstancia de este tipo, de lo contrario vamos camino a ser un estado fallido, con todo lo que eso implica, no sólo en términos sociales sino por sobre todo en términos económicos. No vamos a pretender pasar exámenes de Gafilat y de otras instituciones internacionales cuando no somos capaces de saber absolutamente nada con respecto al alijo de drogas más grande capturado en la historia de Europa.
