Hoy abriré estas líneas con un viejo adagio popular que solía decir mi madre, “nadie aprende con cabeza ajena”. Efectiva e infelizmente, eso fue lo que ocurrió con los hermanos peruanos tras la virtual victoria en las presidenciales del maestro de escuela y sindicalista castro-chavista, Pedro Castillo.
Aunque esta pésima elección no fue por falta de sabiduría del pueblo o por desconocimiento de la harto difundida crisis venezolana, de la cual, Perú ha sido uno de los países con mayor captación de la migración venezolana, con más de 1 millón de almas venezolanas allí emplazados. Justamente, hoy vamos a abordar las causas estructurales que hicieron posible la victoria de la izquierda radical en el Perú este domingo.
Lo primero que debemos considerar, es que el Perú viene de una prolongada crisis política que inició ya en los tiempos del Ing. Luís Alberto Fujimori, quien dio un auto-golpe y cerró el Congreso Nacional, aunque redujo significativamente el grupo terrorista-lennista Sendero Luminoso encerrando a su líder, Abimael Guzmán. Fujimori, víctima del personalismo, se quiso perpetuar en el poder mediante sobornos ejecutados por su hombre de confianza, Vladimiro Montesinos. El escándalo obligó la renuncia del mandatario, la cual hizo desde Japón el 19 de noviembre de 2000.
De allí en adelante, los todos los mandatarios que sucedieron a Fujimori, tales como Alejandro Toledo, Alan García, Ollanta Humala, Pedro Kuczynski y Martín Vizcarra están bajo procesos penales por corrupción, ni hablar Fiscales Generales y Magistrados de la Corte Suprema de Justica. En crudo, en la cúpula institucional del Estado ha sido víctima de funcionarios inmersos en prácticas delictivas, lo cual ha derivado en un verdadero colapso institucional, amén de una profunda y permanente crisis de gobernabilidad.
A la par, la pobreza ha crecido en el país, según datos de EFE para el 2020 un tercio de la población peruana vive bajo la línea de pobreza. Si a ello le sumamos el nefasto impacto del virus chino, a la fecha y según datos de la Universidad de John Hopking, tiene poco menos de 2 millones de casos y 186.511 muertes. La vacunación, ha sido muy pobre, apenas un 4,12% de la población está completamente inmunizada, por lo que la gran mayoría ha quedado abandonada a su suerte en un sistema de salud pública completamente precario.
Todo lo antes expuesto, sin duda alguna, constituye el caldo de cultivo perfecto para engendrar un sentimiento de odio no a Keiko, sino a la política en general. Los peruanos, al igual que los venezolanos en 1998, erróneamente sienten que la democracia y la política tradicional no ha respondido satisfactoriamente a sus demandas, la venganza hacia el sistema y los políticos ladrones e indolentes, la encarna perfectamente
Castillo, quien dará luz verde a su agenda neocomunista ampliamente expuesta en la
campaña.