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Paz sin voz no es paz, es miedo

Secretario General del Comité Central del Partido Comu­nista Paraguayo

 Todos nuestros derechos, desde el mismo derecho a la vida, la libertad de culto, los derechos laborales, las vacaciones, el aguinaldo, las horas extras, las libertades públi­cas incluida la libertad de expresión, fueron y son producto de luchas -en muchos casos a sangre y fuego- con las que hemos conquistado los derechos humanos para mejorar nuestra calidad de relacionamiento y de vida.

El próximo martes 10, recordaremos el 71 aniversario de la firma de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Lastimosamente, la cultura de lucro y consu­mo del capitalismo, basada en la explotación de la mayoría de los seres humanos por unos pocos seres humanos, y sostenida con fuerza por los aparatos ideológicos de las patronales, como son, por ejemplo, los medios masivos de comunicación, fue pisoteando nuestros derechos. Y en el caso paraguayo, el stronismo sigue siendo su principal ejecutor.

Las tierras malhabidas generadoras del problema de la tierra y la vivienda, tanto a nivel urbano como rural; la entrega de nuestros recursos estratégicos al capital extranjero depredador; la división de la clase trabajadora y el deterioro moral de la dirigencia sindical, junto con la proliferación del trabajo informal; la instalación del narcotráfico y la consecuente narcopolítica; el prebendarismo y el clientelismo; el miedo a los cambios y los bajísimos niveles de educación; la ausencia de un eficaz sistema de salud pública y la escasísima cultura de participación sobre los problemas nacionales, así como el desconocimiento de la situación de otros pueblos del mundo, son todos nefastos legados del stronismo, que se representan con fuerza en las direc­ciones de los partidos conservadores, como el colorado y el liberal, con énfasis en los Cartes, Abdo Benítez, Llano y otros, así como en empresarios, banqueros y terrate­nientes que no aparecen en el escenario político pero tienen directa responsabilidad en la construcción de un orden social injusto, violento, discriminador, mezquino y corrompido, al servicio de los monopolios extranjeros, con los cuales acuerdan para el saqueo y el enriquecimiento ilícito.

A 30 años de la caída de Stroessner, es tiempo de memoria juicio y castigo, porque las penurias de hoy son consecuencia de esos nefastos 35 años. El título del artículo pertenece al músico O Rappa, y nos reclama participación y posicionamiento para superar las injusticias. Si queremos democracia y justicia social, un buen paso es marchar el próximo martes 10.

 

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Expertos en Historias urbanas.

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