Electoralismo puro y duro de Mario Abdo en su discurso al Congreso.
En 2018, los paraguayos elegimos Gobierno para que impulsara el desarrollo económico y social solucionando los problemas existentes y proyectado al país hacia el futuro. Eso es lo que se espera de cualquier gobernante que se instale en el poder.
¿Qué tenemos en julio de 2022? Un Presidente de la República convertido en operador de campaña de una interna partidaria, pasando facturas de moral institucional a quien lo precediera en el sillón presidencial.
¿Y la nueva etapa que el señor Abdo Benítez había prometido al asumir en 2018?. “Qué historia vamos a construir de hoy en adelante” se interrogó a sí mismo hablándole al país con términos llenos de sensatez y esperanza. Él mismo se respondió:
“Este es el inicio de una real transformación cargada de esperanzas, de ilusiones, de desafíos. Un camino que nos permite decidir si miramos hacia el frente, hacia el futuro, o nos quedamos en el pasado, si queremos repetir las divisiones estériles, las peleas eternas o queremos un país y un pueblo unido”. Y al mejor estilo de los pastores evangélicos, apostrofó: “Recordemos que el perdón sana el alma, trae reconciliación y paz”.
Pero ahora, cuando le quedan 13 meses de gestión y su movimiento interno partidario se halla inmerso en una salvaje campaña electoralista, Abdo Benítez no pudo resistir la tentación de agitar el índice acusador y disparar hipérboles contra “los que pretenden sostenerse sin la voluntad popular y por fuera de las reglas del estado de derecho”.
Sin nombrarlo, dejó en claro que Horacio Cartes desnaturalizó la República poniéndola al servicio de “intereses personales o ambiciones autocráticas”. Lo culpó de haber rebajado la función pública subordinándola a grupos mafiosos y delictivos, usando información reservada del Estado para engordar negocios particulares, asegurándose de instrumentar instituciones públicas para escapar al escrutinio jurisdiccional de la justicia.
Fue una descarga emocional furiosa que lució como un cuerpo extraño injertado en su gris cuenta de almacenero sobre kilómetros de rutas construidos y toneladas de macoña capturadas. Electoralismo puro y duro ejercido desde una instancia que la República le confió para informar sobre los asuntos de interés general y no para convertirla en tarima para un ajuste de cuentas.
Abdo Benítez pudo ser simplemente formal y aburrido, pero prefirió el patetismo fuera de contexto en busca de votos para su movimiento, ametrallando verbalmente a su adversario.
No elegimos un Presidente para eso.