Hay tiempos donde parece que todo está patas arriba, nada funciona, el choque de frente se intuye inevitable y la inseguridad que se apodera de nuestras escasas certezas, es apenas saber si mañana seguirá saliendo agua de la canilla y la luz volverá a encenderse.
La semana pasada el país entero se sacudió sin necesidad de terremotos: un verdadero “Guarará” como tituló El Independiente. Quien más quien menos, se pregunta cómo se arregla esto, cuánto tiempo aguantaremos este caos generalizado, pinchazos esporádicos, asesinatos mafiosos sin comentarios y el intento casi diario de tapar el sol con una obra más.
Demoler para volver a comenzar desde los cimientos, suele ser una apuesta de los ingenieros tan bien posicionados en este gobierno y que le dan soporte al pendulante primer mandatario, a quién el senado le tira los camiones encima y la única respuesta es MANTENGAMOS LA LIBRE CIRCULACION, cuando muchas cosas ya no circulan desde antes de los camiones.
Permítanme por un momento retroceder a nuestra niñez. En casi todas las descendencias de las familias que tenían un nivel de acceso a la educación, recibió por cumpleaños u otros motivos, un rompecabezas. Estos juegos artísticos nacieron en 1900 y se convirtieron en los entretenimientos favoritos, primero de la alta sociedad, y luego se popularizaron. Tenían y tienen un gran valor pedagógico. ¿COMO SE ARMA UNA IMAGEN? Y ME PERMITO PONER EN PARALELO OTRA PREGUNTA ¿COMO SE ARMA UNA SOCIEDAD?
La respuesta es elemental: hacen falta todas las piezas y actores sociales y políticos, desde los más ricos a los más necesitados, sin dejar a nadie afuera. Ese rompecabezas social tiene nombre y apellido: ARMAR UN PROYECTO PAIS. Si solo faltara una pieza, sería una pérdida más de tiempo, una nueva frustración y multiplicación de desencuentros repetidos por el hastío ciudadano.
Hemos cumplido 200 años y sigue siendo una tarea pendiente, tanto a nivel nacional como capitalino, en modo electoral. Obviamente no hay recetas ni fórmulas, pero sí experiencias a nivel mundial que citaré brevemente, y nos pueden dar algunas pistas para encontrar el rumbo. Ya son intrascendentes e innecesarias las discusiones o debates que solo arrojan calor; hace falta los intercambios más diversos y hasta antagónicos, que, partiendo de la honestidad intelectual, la generosidad personal y el archivo del narcisismo político, arrojen un poco de luz.
Corría el año 1938 en Costa Rica y los resultados de las elecciones municipales inquietaron al clero, por la presencia sólida de los comunistas. Por otra parte, el resultado abrumador del Partido Republicano Nacional (conservador), que se impone en 1940 con más del 80% de los votos. El reclamo de justicia social por los comunistas “no es ni puede ser condenado por la moral cristiana”, dijo la iglesia, poco comprometida socialmente. Lo cierto es -y para hacerla corta- (la historia es mucho más rica que este artículo) que acordaron sentarse a la mesa, el obispo, el representante del partido comunista y del partido conservador. La opción de canalizar las demandas populares por vías institucionales, colocó a estos tres diferentes y antagónicos actores, a definir el futuro de ese país. Desde entonces Costa Rica ha crecido en la calidad de su democracia, la fortaleza de sus instituciones y ha entrado en el Siglo XXI como uno de los países más estables de la región.
Mucho más cercano en el tiempo y después de transitar la cruenta guerra civil española, luego de 39 años de dictadura del general Francisco Franco, a su muerte en 1975, los españoles tuvieron la obligación de preguntarse ¿de dónde veníamos? Y así nace, por decirlo de forma sintética, dado el espacio que dispongo, por acuerdo de todas las fuerzas políticas desde los comunistas hasta los más conservadores, el PACTO DE LA MONCLOA, dado que la pobreza, inflación, desempleo y déficit fiscal de España en ese momento, les obligaba a responder otra pregunta ¿a dónde vamos?
39vs.33 Cuatro años no son una gran diferencia en más de 3 décadas de gobierno. Finalizados Franco por muerte y Stroessner por exilio, no los hacen mejores o peores. Quizá el desgaste acumulado por el español, decantó en un proceso democrático que en nuestro caso nos fue legado por otro general “que su ufanó de regalarnos la democracia “y de gobernarnos un tiempo más hasta el llamado a elecciones.
Los Pactos de la Moncloa fueron formalmente dos: “por un lado, el Acuerdo sobre el programa de saneamiento y reforma de la economía y por otro, el Acuerdo sobre el programa de actuación jurídica y política”. No fueron necesarios acuerdos sobre la corrupción de nuestros días, el narcotráfico y el lavado de dinero, que no podría dejar de verse en nuestras tierras, salvo que firmáramos, conscientes de nuestro cinismo, un nuevo Pacto de Complicidad.
La complicidad, que es muy buena entre los delanteros de un equipo de fútbol, es pésima para la salud de la política y parece haberse convertido en la pandemia de nuestra clase política, mucho antes del COVID-19. Gran legado de nuestro generalísimo paraguayo, generosísimo con sus obsecuentes y particularmente cruel con los que le desafiaron, aún dentro de su propio partido.
Por estos días, la historiadora y socióloga Milda Rivarola, palabras más, palabras menos, mostró su hartazgo con las categorías de derecha e izquierda, con las que se entretiene nuestra clase política acusándose a diestra y siniestra. Tanta es la confusión, que el último jueves, Nenecho Rodriguez terminó caracterizado por izquierdista, al circular una invitación en la Manzana de la Rivera para el viernes 12, para la proyección de un documental sobre el cubano Castro: Fidel es Fidel. En horas de la tarde del jueves 12, cuando Nenecho era tendencia en las redes sociales, se abortó la presentación con el argumento “nuestro centro cultural no tiene permitido realizar presentaciones de índole religiosa o política”. Naturalmente, quién redactó esto no se enteró que, tanto durante las dictaduras Franquista como Stronista, hubo gente que perdió la vida por una simple actuación teatral. Si hay algo que va indisolublemente ligado a la cultura, son los aspectos religiosos y políticos.
Volviendo a Rivarola en una entrevista televisiva, se remontó a los orígenes de la revolución francesa al desestimar las categorías ideológicas, pedir República, el Imperio de La ley y la División de poderes, para concluir que nuestros problemas no son ideológicos sino culturales.
De la mano de estos razonamientos, casi que llegamos a los umbrales de la independencia de la corona española, cuando se establecían las primeras repúblicas de la región.
Siempre es bueno reconocer las dificultades, y casi lo imprescindible para poder cambiar. El desafío es y sigue siendo cómo nos ponemos en la dura tarea de reconocer nuestras limitaciones sin excepciones políticas o sociales, cambiar todo lo que haya que cambiar para tener reglas claras, serias y equitativas y echar mano a ese país para armar. La recompensa puede ser un país para amar.