¿Nadie quiere acabar con los conflictos por la tierra?
El sábado 20 pasado, poco después del mediodía, un grupo de 50 personas irrumpió en la colonia Tapé Iké, distrito de Itakyry, Alto Paraná. Los videos que circulan muestran a sujetos con el rostro cubierto portando machetes, hachas, foisas y garrotes de madera dedicados a espantar animales domésticos, destruir infraestructura, quemar maquinaria y arrasar cultivos. La policía, que actuó horas después, detuvo a 18 personas. El parte policial indica que el grupo estaba encabezado por un tal Rafael Esquivel, alias Mbururú, quien cuenta con antecedentes judiciales por supuesto estupro. El mismo parte vincula al senador Fulgencio Rodríguez y al obispo de Coronel Oviedo Juan Bautista Gavilán con episodios de tensión y violencia entre la comunidad indígena Ka’a Poty y la colonia Tapé Ike. En declaraciones a este diario, el senador Rodriguez habla de un conflicto de tierras y del pedido del Instituto Paraguayo del Indígena de realizar la mensura de las propiedades en aparente disputa.
Revisando los registros del Servicio Nacional de Catastro se puede comprobar que las fincas atropelladas cuentan con documentación en regla. La familia agredida está conformada por Pedro Rufino Torrás Maldonado y Rosalina Romero de Torrás, quienes poseen tres lotes de seis hectáreas cada uno con título definitivo expedido por el Indert y asentados en el SNC bajo los números 186.704, 193.239 y 201.185, con asiento legal entre julio de 1.999 y abril de 2004. Sin embargo, el senador del Frente Guasú insiste en que se debe realizar la mensura para determinar definitivamente si sus ocupantes actuales se quedan o se tienen que ir.
Nos preguntamos, sin ánimo de polemizar aunque sí de aclarar puntos, ¿de qué sirve el Servicio Nacional de Catastro si los títulos que emite son puestos en entredicho por un legislador de la República? El SNC es la unidad técnica del Ministerio de Hacienda encargada de proporcionar información precisa sobre la totalidad de los bienes inmuebles del país.
Es responsabilidad de la dirigencia política, en cuyas manos está el destino del país, acabar con la beligerancia en el campo y poner orden definitivo en la tenencia de la tierra. Azuzar conflictos en los que se mezclan ideologías, figuración política e intereses económicos no es el mejor clima para lograr pacificar el país.
En el medio, un país desgarrado.
