Comentario 3×3
La reforma del Estado de la que se habló durante este año y durante muchos otros años anteriores no ha dado un solo paso trascendente en el año 2020. Seguimos con la misma estructura paquidérmica, adiposa, corrupta, burocrática, con todo lo que eso supone.
Cuando uno observa cuando le envian un memorando de una repartición pública a otra dirección van a ver la cantidad de firmas que se van agregando en el ánimo de demostrar la complejidad del tema que abordan. Sin embargo, si miráramos la descripción de tarea de cada uno de los firmantes, veremos que no hace falta que estén en dicho sitio y que podría ser mucho más ágil, mucho más eficiente, menos corrupto. Si tuviéramos la capacidad de organizar el Estado de forma eficaz, cumpliendo lo que manda la norma y eficiencia siendo de que realmente los costos sean menores para los contribuyentes.
Todos nos hemos ajustado el cinturón durante este difícil año 2020. Los únicos que no lo hicieron fueron los del sector público, que siguen agregándole valor al tema del empleo por el peso electoral, no por la verdadera capacidad. A nadie importa si un empleado público es bueno o malo. Lo que importa es que siga siendo fiel al partido o a la persona que lo nombró para dicho cargo, con todas las lealtades que suman con cada uno de los miembros de su familia.
La reforma del Estado tiene que partir de una perspectiva distinta. ¿Nos sirve el Estado que tenemos?, ¿compensan el dinero que le pagamos a cada uno de sus administradores? o estamos realmente dilapidando recursos y perdiendo US$ 2 000 millones de un Estado que sigue malgastando y corrompiéndose de manera reiterada y frecuente.
