Por Benjamín Fernández Bogado
Una de las cuestiones importantes que hemos constatado en este tiempo de pandemia es la gran cantidad de personas que volvieron a sus lugares de donde emigraron. El Paraguay tuvo una migración campo ciudad del 8 % de manera constante y permanente en los últimos 10 años. Esa es una cantidad enorme que significa que el 80 % de las personas que viven en comunidades «urbanas» provienen de comunidades rurales.
Ahora, con la grave crisis económica de la pandemia, han vuelto a sus lugares de origen, han vuelto a trabajar en las chacras. Lo mismo ocurre con los más de 15.000 paraguayos retornados desde el exterior, preferentemente desde Argentina, que hoy han encontrado de nuevo en el campo la seguridad social, que no existe en la realidad práctica en los territorios urbanos. En otros países existen los seguros de desempleo y el Estado puede pagar una porción de los recursos que recibía una persona durante un tiempo prolongado.
En el Paraguay, la única seguridad social que existe realmente es la familia, el padre, la madre, a dónde se han cobijado los hijos y los nietos. Y en especial, un retorno a la ruralización del Paraguay, que debería ser un fenómeno no sólo circunstancial, sino que también tendría que ser estudiado de manera profunda para ver si no encontramos una salida a esta situación difícil, en términos económicos y sociales, producto de la pandemia, pero que se prolongará en el tiempo. Es hora de pensar en la ruralización del Paraguay. Y para eso tenemos hoy una constancia plena y efectiva con el hecho de que la única seguridad social es aquella que concede la familia campesina a sus hijos que han perdido sus empleos.