La no-renuncia doble de Hugo Velázquez prolonga el suspenso
Renuncia con piolita, dice el saber popular. También suele usarse la expresión renuncia indeclinable, que por lo general se entiende como una decisión sin vuelta atrás. En realidad, indeclinable significa que no puede ser rechazada por el destinatario a quien se la dirige. Es un lenguaje prosopopéyico que en el fondo sugiere que el renunciante tiene muchas ganas de ser convencido de poner en reversa.
Hasta el momento, el Partido Colorado no había emitido el documento oficial de aceptación de la renuncia de Hugo Velázquez a su precandidatura a la presidencia de la República. Y es muy difícil que lo haga a corto plazo porque el tema debe ser examinado por el Tribunal Electoral Partidario, al cual se le presenta un dilema muy complicado ya que Arnoldo Wiens ha comenzado a presionar para que se inscriba su candidatura ya mismo. Además, otros movimientos que estaban pasando casi desapercibidos también empujan para llenar el hipotético vacío que dejaría la hasta ahora inmaterializada renuncia de Velázquez. Este pantano, hecho de cuestiones políticas mezcladas con asuntos jurídicos, garantiza una considerable turbulencia dentro del partido de Gobierno.
Y ya se sabe que en rio revuelto…
Mientras tanto, la otra renuncia pendiente, a la vicepresidencia de la República, seguirá en ese limbo hasta tanto el afectado termine de recoger ciertos cabos sueltos. Desde el punto de vista político luce como una reculada en chancletas, pero desde lo estrictamente jurídico tiene su lógica. Velázquez aduce no tener abierto proceso alguno ni en el Paraguay ni en Estados Unidos. Y lo fundamenta así: “Nadie es tan boludo como para intentar sobornar a un funcionario norteamericano” confió a un medio radial. El pronunciamiento del Departamento de Estado sobre el vicepresidente es también un acto político pero que debería responder a determinantes judiciales originados en algun tribunal local. Este último aspecto es el que Velázquez dice estar exigiendo que se aclare para actuar en consecuencia.
No es menor el embrollo que todo esto plantea. Deja pendiente de un hilo la vicepresidencia de la República, vacancia que, si se concreta, deberá resolver el Congreso. Y lo interno partidario puede, en menos que canta un gallo, desembocar en un pleito judicial de alto vuelo.
Mientras tanto, nos hemos comido el amague.
Y el país, en off side.