La migración campo-ciudad continúa constante en nuestros países latinoamericanos y hoy no hay una sola ciudad que tenga más de 5.000 habitantes que no tenga sus zonas de emergencia, sectores carenciados que cada vez constituyen un núcleo mucho mayor en términos de representación poblacional.
Asunción, la capital paraguaya tiene casi la mitad de su población viviendo en condiciones de precariedad. Barrios enteros se parecen a ciudades completas del Paraguay en las zonas ribereñas del norte y del sur, donde vive una gran cantidad de personas proveniente de la emigración del campo hacia la ciudad.
No entender este fenómeno y no trabajar para evitar que los costos sigan siendo mayores no solamente para los inmigrantes, sino también para los propios residentes en estas comunidades que se quejan de la inseguridad, de no ver una cuestión mucho más amplia con la perspectiva que debiera.
Hay que mirar en términos demográficos para comprender un país y cuando vemos eso, podríamos tomar políticas públicas que se enderecen al bien común.
Estamos cerca de hacer un nuevo censo. El anterior de hace diez años no sirvió para nada y fracasó. Estamos navegando sin instrumentos, solamente pensando que estamos acertando y así no vamos adelante.
El propio Ministerio de Salud no sabe qué hacer, por ejemplo, con la cantidad de vacunas que podría recibir en julio, y mientras algunos afirman de que habría que tener tres días de asueto para vacunar a la mayor cantidad de población antes que se pierda las vacunas desde el propio Ministerio del Interior, las voces de algunos médicos dicen ese tiempo sólo se aprovechará para farrar, no tenemos ni conciencia de la sociedad a la que servimos y menos de la realidad que nos toca administrar.