domingo, diciembre 28

No somos tan fuertes y está bien no serlo/Felix Martin Gimenez Barrios

Estamos en una realidad donde se tiene como buen ejemplo a la resistencia y al
autocontrol, tanto que está normalizado que debemos ser capaces de sobrevivir a
cualquier reto que se nos ponga en el camino. Ese punto de vista, algo demasiado
optimista podría tornarse toxica y generar no solo normalizar, sino también romantizar
el silencio y hasta la vergüenza.

Es un hecho que no todos son igual de fuertes, y eso es normal. La fuerza no es un
don propio de todo el mundo, y es un gran paso reconocer los limites de cada uno.
Admitir la debilidad puede ser un acto de gran valentía en estos días, donde se exige
cada vez ser más como una máquina que un ser humano, donde es cada día más
difícil hacer el bien sin mirar a quien.

La necesidad de fortaleza puede dejar consecuencias negativas en muchos, como la
ansiedad, el estrés y lo que todos temen que es la depresión. Uno al verse forzado a
ser algo que no es, sentirá que hasta pedir ayuda a quienes están a su alrededor es
un acto inútil, lo que podría condenar a uno al aislamiento.

Si se reconoce que existen vulnerabilidades en algún ámbito, algo positivo que podría
ocurrir es ver más opciones para seguir viviendo, descubrir otros talentos y ser mas
fuertes en otros campos y áreas. Aceptar que no se puede ser perfecto, pero si se
puede tratar de ser mejor, en otro lugar, con otras personas quizá.

Hay que recordar que vulnerabilidad no es necesariamente sinónimo de debilidad. El
ser abiertos y honestos sobre uno mismo y sus sentimientos requiere valor para así
encontrar la esperanza, mas en tiempos de dificultades. La presión para ser fuertes
todo el tiempo es agotadora, pero no hay que olvidar que uno es dueño de su vida por
lo que el problema no pasa por fingir fuerza, sino por donde uno busca alivios para
recuperar energías para seguir, hasta donde la mente aguante en entornos hostiles.