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No le crean a un mexicano

Cumplo diez años de ser migrante en esta tierra muy lejana a la que me vio nacer, pero tan cercana que desde que puse pie en ella me hizo sentir como en casa. Eso sí, si de salsa se trata y de picor habláramos, nunca le crean a un mexicano. La gastronomía de este país es ese sagrado equilibrio de lo salado y dulce, lo ahumado, lo crudo o lo cocido, lo condimentado y lo picoso.

Ese picor que hace sudar y aflojar el moco, que envuelve cada centímetro del paladar y que, muchas veces me he cuestionado como esa frase del finado Juan Gabriel: ¿pero qué necesidad?, ¿para qué tanto problema?. Nunca le crean a un mexicano. Porque ellos desde niños comen picante y ya están acostumbrados, porque tienen al estómago entrenado y porque ¿Qué tanto es tantito?.

Los mexicanos le ponen más salsa a su comida aunque ésta ya venga picosa, ¿por qué? es un misterio sin resolver. Nunca es suficiente para ellos y para nosotros los ingenuos extranjeros, cuando tímidamente les preguntamos “¿pica mucho la salsa?” y recibimos de respuesta “no, no pica nada”, podríamos pasar de degustar algo delicioso a arrepentirnos el resto de nuestras vidas por haberles hecho caso. No es mentira, ni estoy exagerando. Aún me cuesta entender por qué le ponen salsa o picante a absolutamente todo. Los dulces de chamoy y las frutas con tajín, las papitas con valentina, los huevos revueltos con salsa verde y el taco con salsa roja, los chilaquiles empapados en tomatillo verde con chile serrano y los molletes con pico de gallo.

Acá las variedades abundan y las opciones son infinitas: la salsa macha, la de guajillo, chipotle y la ranchera, la endiablada, morita, la de árbol, piquín o la de habanero, no existe lugar alguno donde no te sirvan salsa en la mesa. Encontrarás salsa en los lugares menos imaginados (al menos para mí) cadenas de hamburguesas o pizzerías norteamericanas, cines, sushi con su toque de tampico, restaurantes de cortes de carne argentinos y aunque usted no lo crea hasta en las bebidas. Vaya, los supermercados tienen un pasillo exclusivo solamente de salsas.

Son pues, siglos de tradición y una mezcla ardiente de conocimiento ancestral que ha pasado de generación en generación. Los chiles ofrecen, además, una variedad impresionante de tamaños, colores y texturas. Eso sí, parecen inofensivos, pero te pueden hacer sentir que estás visitando el mismísimo infierno en sólo segundos. Por lo anterior y después de una década habitando este México diverso con sus infinitos mares, imponentes pirámides, enormes volcanes y extensos magueyales, donde su gente es amable y dicharachera, les propongo lo siguiente: prueben la salsa con una simple gotita y cuando un mexicano les diga “ya hombre, échale más” por el amor de Dios no les crean. Que como dice este refrán local: “Ni tanto que queme al santo, ni tanto que no lo alumbre”.

Jessica Fernández Bogado
Jessica Fernández Bogado
De un país pequeñito llamado Paraguay, viviendo en un país enorme llamado México. Hablo mucho y escribo más. TW & IG: @Jessiquilla

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